— Está bien , tú ganas . Anuncia esta tarde que estaremos a las diez en punto en su casa , pero no llames antes de las tres de la tarde ; hemos de sembrar algo de inquietud entre esa gente .
Siguieron comprobando el catálogo . Como siempre , el primer lote debía ser un dibujo o un gouache para calentar un poco el ambiente . Debían decidir entre un Egon Schiele o un Victor Brauner . La duda quedó flotando en el aire entre el surrealismo centroeuropeo y la sensualidad por excelencia .
— Si de caldear el ambiente se trata , creo que el trabajo de Schiele es el mejor — susurró William , insinuando el carácter erótico del artista .
Esa salida provocó la risa de ambos . Sin duda era la elección más adecuada ; una escena erótica resultaba idónea para « calentar » el ambiente .
La venta daría comienzo con el discípulo de Klimt , que murió con apenas veintiocho años . Su obra , muy reducida , era intensamente reclamada por el mercado , que , como ya es habitual en estos casos , registra una gran demanda cuando la oferta resulta escasa .
Solucionado , pues , el primer escollo . El resto sería más sencillo : ir de menos a más era la táctica . Los compradores indecisos apuestan por las obras de menos precio , lo cual era un aliciente para las obras mayores siempre y cuando se aceptaran las sorpresas .
En cuanto a la clasificación del periodo de las obras , esta presentaba un problema de difícil solución armónica : ¿ cómo conjugar una venta donde el elemento contemporáneo y la alta época pudieran sintonizar sin desentonar en el conjunto ? Si tenemos en cuenta que la obra principal era el Leonardo , se hacía necesario encontrar la forma de armonizar la muestra .
Tras evaluar las posibilidades de riesgo y de admirar las fotos , Mónica y William consultaron la lista de personalidades y clientes para redactar las invitaciones personales .
Asimismo , establecieron una primera sesión para mostrar la obra . Contaban con varias opciones , pero decidieron que la más adecuada
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