Algunos de los trabajadores judíos salvados por Óskar Schindler. / T. C.
Alguien pensó que los presos querrían escribir a sus familiares y amigos y ordenó
preparar postales acuñadas en Dachaulager, Mathausenlager y Auschwitzlager. O acaso
pensó que enviar aquellas letras ayudaría a dar la imagen de normalidad que durante un
tiempo intentó alimentar el régimen nazi antes de quitarse la máscara por completo.
Algunas se pueden leer en la vieja fábrica de Óskar Schindler, hoy reconvertida en un
espacio de memoria donde se puede ver la exposición permanente Cracovia bajo la
ocupación nazi.
No busquen la película en ella. Schindler y su esposa, Emilie, cómplice en la peligrosa
tarea de salvar trabajadores judíos, ocupan un espacio mínimo en la muestra, aunque se
conservan el despacho del empresario con el mapa de Europa con los nombres en
alemán, alguna maquinaria y la entrada principal. Bajo el dominio comunista, la fábrica
de la calle Lipowa número 4 se dedicó a otros quehaceres productivos. Su conversión en