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Así que me apresté para acompañarlo, pensando todavía en lo que había soñado la noche anterior.
Llegamos a la casa de la familia del Sr. Marruecos por la noche, y ya se encontraban reunidos los familiares, amigos y algunos vecinos, quienes acudieron para orar por el alma del fallecido. Cuando todos estábamos concentrados en lo que se debía contestar a cada petición del rezandero, de pronto se oyeron gritos, y cuatro personas entraron hablando en voz alta. Se introdujeron en la sala donde estaba el ataúd y la concurrencia y de manera por demás sorpresiva, abrieron el ataúd.
De momento ignorábamos quienes eran, hasta que algunas personas identificaron a uno de ellos como el hermano del Sr. Marruecos, quien en ese momento revisaba el cuerpo del fallecido y que de repente gritó: ¡Un espejo, un espejo! De inmediato se dispusieron los familiares a ir en búsqueda del espejo y los deudos ante tal situación dejaron de estar hincados orando y se incorporaron. ¡No salían de su asombro de lo que pasaba! Enseguida , trajeron el espejo y el hermano procedió a ponerlo delante de la cara del fallecido y después de dos segundos gritó “ ¡ está vivo!, está vivo!
En ese momento yo me encontraba a un lado de la puerta de la habitación y de golpe sentí como toda la gente se venía sobre mí y la puerta, queriendo salir al mismo tiempo y empujándose con toda la intención de abandonar el lugar.
Cuando reaccioné, sin saber cómo, había terminado detrás de la puerta, sola con los cuatro individuos, que seguían cuestionándose si el interfecto había llegado al final de su vida o no. Al rato de discutir, decidieron abandonar el lugar no sin antes comentar que tenían otros compromisos que cumplir, dejando el ataúd abierto, la sala de velación sola y a mi persona todavía sorprendida de lo que acababa de suceder.
Al fin pude salir de la habitación, y al buscar en la casa, ¡no había nadie!, por lo que me asomé a la calle. ¡Estaban en la esquina fumando y comentando el susto que se habían llevado! Y me vino una pregunta a la mente, ¿qué pasó? ¿Y el amor que le profesaban? Ahí aprendí que “el miedo no anda en burro”, y que cuando nos enfrentamos a algo desconocido nos aterramos y hasta después que estamos en nuestra zona de confort razonamos de lo que deberíamos haber hecho.
Cada vez que recuerdo este suceso no me queda más que reír de la manera cómo nos comportamos ante ocasiones similares a ésta. Descanse en paz el Sr. Marruecos, y ojalá nos perdone por haber irrumpido de tal forma su velorio.
Los sueños que he comentado se siguen presentando, pero tengo la fortuna de que ahora puedo comprenderlos. Me ha llevado tiempo y estudio, pero en este momento puedo decir que a la hora de dormir ya no tengo el miedo de antaño y puedo vivir tranquila.
SOFÍA GARCIA MÉXICO