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BRÍGIDA RIVAS ESPAÑA
-Re. Oh, querido esposo, qué triste y que duro debe ser perder a un Niño tan puro.
-Jo. Y cuando este Niño sienta la llamada y vaya a cumplir la tarea aceptada, su almacallada, será traspasado de hirientes espadas.
-Re. Ay, esposo mío! Así ha sucedido con nuestra Judit, que al cumplir su cargo de madre y esposa, se lleva con ella su presencia hermosa. ¡..Qué pena la nuestra, mi Josué querido. En qué soledad nos ha sumergido!
-Jo. No sufras, Rebeca, porque ya estás viendo, que hasta el Salvador, quiere que su Madre pase este dolor.
-Re. Espera Josué, que en este ribazo que hace tanto sol,_vamos a sentarnos y saca el zurrón. Con nueces y pasas, un trago de vino y ese requesón, reparemos fuerzas, que ya poco falta y veo el resplandor de la pobre cueva donde dijo el ángel que está el Salvador.
-Jo. bien dices Rebeca, vamos a comer, que en llegando al sitio ya no podrá ser.
Se sientan contentos, y sobre el mantel, el pan, el tocino y un tarro de miel. Dátiles silvestres, que saben muy bien.
Ya guardan las sobras, cuando con el pie, Josué ha derribado el tarro de miel. Se limpia la albarca, pero no muy bien, porque ya no tienen tiempo que perder.
-Re. Y dices, Josué, que querrá a los niños, y que en los caminos se verán prodigios?
-Jo. Eso queda escrito, en la profecía que hizo Jeremías.
-Re. Pues vamos deprisa, que ya ardo en deseos de ver su sonrisa.
Dejan los atajos, van por el sendero, llegan a una fuente donde está bebiendo muchísima gente.
Con la sed calmada han tomado aliento, y siguen corriendo porque están seguros de llegar a tiempo, de adorar al Niño, que estará despierto.