MERÇÉ SÀNCHIZ ESPAÑA
Son muchos los años en los que ya no resido allí y, seguramente, como en todas partes, algo habrá cambiado, pero les voy a contar las Navidades de mi niñez, que al fin y al cabo, son las que todos/as recordamos con mayor cariño y claridad.
No era típico en Catalunya hacer una gran cena la noche de Navidad, aunque la presencia cada vez más elevada de emigrantes hacía que también hubiera personas que la celebraran. Pero la tradición catalana era que el 24 de diciembre, sobre la medianoche, se asistiera a la Misa del Gallo. ¡Curioso nombre verdad! Tiene su raíz en una antigua fábula que afirma que el primer ser vivo que presenció el nacimiento del niño Jesús en la cueva de Belén y lo comunicó al mundo, fue un gallo. La historia cuenta que el gallo estaba en lo alto del establo y al presenciar el acontecimiento salió rápidamente a pregonar la buena nueva a los cuatro vientos: primero a la mula y al buey, luego a los pastores y a sus ovejas y más tarde a las gentes que vivían en la región.
A la vuelta, los niños y niñas de la familia, rodeábamos “el tió” (un tronco de árbol vaciado, cubierto con una tela, y a veces con una cara sonriente pintada) en el que los mayores habían colocado turrones, almendras garrapiñadas o rellenas de turrón, frutos secos, peladillas, pequeños muñequitos, y a veces, algunas monedas) , y dándole golpes con algún bastón o palo cantábamos: “caga tió, caga turró d'ametlles i pinyó, i si no cagues, et donaré un cop de bastó!” (caga “tió”, caga turrón, de almendras y piñón, y si no cagas te daré un golpe de bastón”. La algarabía terminaba comiéndonos los turrones y todo lo que había salido “del tió” reventado por los golpes, regado por los adultos con “mistela” (un vino dulce muy apreciado en aquellos tiempos). Y a dormir, que al día siguiente había que celebrar la comida de Navidad y, sobre todo las mamás y abuelas, (¡cómo no!) tenían mucho trabajo que hacer.
CAGANER
EL TIÓ DE NADAL
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