2 Generaciones Número 6 | Page 5

5

MERÇÉ SANCHIZ ESPAÑA

Les voy a contar un cuento:

Había una vez un ser humano, que nació mujer, inquieta, alegre, creativa, con muchas ganas de hacer cosas, y con tendencia a preocuparse por los demás. Durante su infancia y su primera juventud su día a día no era de ella, era de sus padres y de sus abuelos, ellos eran los que dibujaban sus horas, los que ordenaban sus apetitos, los que marcaban el paso de los días y de los anhelos de aquella muchacha, fuera o no de su agrado.

Un día, nuestra protagonista se hartó, y halló una manera, que le pareció muy buena, para conseguir ser ella la que confeccionara el tapiz de sus horas: se casó. Por supuesto muy enamorada del príncipe azul que la vida le había puesto en el camino, y sintiéndose liberada del yugo paterno, estaba convencida de que así podría decidir por sí misma qué hacer o no hacer. Lo que no podía imaginar es que su día a día simplemente pasaría a otras manos, las de su marido. Le costó admitirlo, ya se sabe: “el amor es ciego”, e intentó ponerse en su sitio. Al fin y al cabo, a los padres y abuelos se les debe respeto, pero dos personas que se eligen para vivir juntas lo que deben es respetarse entre ellas.

Cuando se convenció de que se había equivocado, cortó por lo sano. Se separó e inició una nueva vida, pero eran ya tantos los años que habían pasado, siempre dependiente de lo que otros decidieran por ella, y a pesar de que, por fin trabajaba en lo que le gustaba y tenía un hijo maravilloso, los días y las noches, las horas y a veces los segundos, muy a menudo se convertían en torbellinos de ansiedad, o en ráfagas de viento helado que la hacían temblar pensando que quizá se estaba equivocando y que no era eso lo que tenía que hacer, o que estaba malgastando su tiempo, o que era una egoísta, en fin, era como si fuera una estudiante de medicina que no hubiera estudiado el bachillerato. Le faltaban conocimientos para, de una vez, hacer de sus días algo verdaderamente suyo, feliz y emocionante.

Pero al cabo de unos siete años, ¡oh, maravilla!, (en los cuentos siempre hay un momento maravilloso, ¿no?), la vida le regaló a un verdadero compañero, a un hombre que ya hacía mucho tiempo que conocía el valor de las horas, de hacer lo que quería hacer, de llenar su vida de amor, de risas, de tranquilidad o de ajetreo cuando era necesario, sin sentirse culpable, ni culpar a los demás, sino dejando fluir las emociones igual que fluye el aire. Y poco a poco, ella aprendió y se convirtió, esta vez sí, en una universitaria del día a día, hasta conseguir la matrícula de honor que siempre había soñado.

A partir de ahí, todo se correspondió con sus deseos, y la vida cotidiana era lo que cada uno quería que fuera. Y cuando los deseos eran los mismos para él y para ella, lo que ocurría a menudo, ya ni siquiera era cotidiana sino nueva, renacida, distinta de ayer y de mañana. Cambiaron de oficios, de ciudades, de casas, de amigos, decidieron tener otro hijo, que por cierto fue niña y escandalosamente bella. Y si en algún momento alguno de los dos encontraba escollos que pudieran arruinar su feliz transitar, el otro agarraba el timón hasta que la tormenta hubiera pasado.

ajetreo cuando era necesario, sin sentirse culpable, ni culpar a los demás, sino dejando fluir las emociones igual que fluye el aire. Y poco a poco, ella aprendió y se convirtió, esta vez sí, en una universitaria del día a día, hasta conseguir la matrícula de honor que siempre había soñado.

A partir de ahí, todo se correspondió con sus deseos, y la vida cotidiana era lo que cada uno quería que fuera. Y cuando los deseos eran los mismos para él y para ella, lo que ocurría a menudo, ya ni siquiera era cotidiana sino nueva, renacida, distinta de ayer y de mañana. Cambiaron de oficios, de ciudades, de casas, de amigos, decidieron tener otro hijo, que por cierto fue niña y escandalosamente bella. Y si en algún momento alguno de los dos encontraba escollos que pudieran arruinar su feliz transitar, el otro agarraba el timón hasta que la tormenta hubiera pasado.

EL DÍA A DÍA

ES NUESTRO

5

Foto: Luis Gómez