2 Generaciones Número 4 | Page 38

Sofía E. García

En algún momento me quedé dormida y no supe nada más. De repente oí un golpe muy fuerte y un llanto estridente que me hizo saltar de mi asiento. Mi primer impulso fue agacharme pues pensé que se había caído mi hija, para levantarla. La tomé en mis brazos, la acunaba y le decía palabras bonitas. Mientras tanto yo escuchaba gritos y regaños pero yo no entendía nada. De pronto escucho a mis hijos que me decían asustados ¡Mamá abre los ojos, por favor mamita abre los ojos! En ese momento me percaté que aunque había reaccionado rápida mente y ya tenía a mi niña cargada en mis brazos el llanto seguía. Por fin logré despertar… ¡Oh sorpresa! Todos los pasajeros me observaban, vi entonces a mi hija sentadita en su asiento y a mis hijos hincados viendo hacia donde estaba yo. Pero y entonces? Resultó que en mi angustia por el ruido del golpe y el llanto imaginé que mi hija se había caído y presurosa la recogí. Lo que nunca imaginé es que lo que realmente tenía yo en mis brazos era la pierna derecha del pasajero norteño (sí, la del vecino de 1.80m). Excuso decir la cara de la esposa, el señor apenado pues tenía una pierna en mis brazos y la otra en su asiento, mis hijos diciéndome ¡Ay mamá por qué no abrías los ojos! Y yo queriendo ser invisible en ese momento. Lo que realmente sucedió es que a la madre debutante le venció el sueño y fue a ella a quien se le cayó su bebé.

Al otro día al llegar a Oaxaca, mis hijos estaban muy emocionados y querían bajarse rápidamente a saludar a sus padrinos. Yo simulaba seguir dormida para no ver al matrimonio que fue asaltado en la madrugada por una señora despistada queriéndose llevar la pierna del señor. Por fin nos dispusimos a dejar el autobús y al pasar junto a la señora me tuve que aguantar sus comentarios acerca de mi persona con respecto a su esposo. Tuvo toda la razón esta mujer en molestarse, lo sentí mucho, pero cada que recuerdo esta anécdota no puedo reprimir la risa. Lo único que pienso cada que me acuerdo en ese momento es del deseo de ser invisible para no pasar tanta pena.

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