2 Generaciones Número 4 | Page 26

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Juan Colín

Saludos queridos amigos. Hoy quiero contarles una historia que por sus características, pudiera considerarse, cuando menos, como un despropósito por lo descabellada que parecía. Sin embargo, ahora, después de tanto tiempo que ha transcurrido, se me hace interesante compartirla con ustedes.

Un día domingo de principios de 1970 jugábamos dominó Rubén, Ramón, Ángel y un servidor, Juan (todos familiares). Después de algunas partidas donde los perdedores pagaban los refrescos y las quesadillas o los pambazos, Ángel se levantó y dijo: me voy, tengo que ver a mi novia. En ese momento sentí que era oportuno comentar algo que yo tenía en mente con Rubén y Ramón y, decidiéndome, lo hice más o menos en estos términos:

Juan.- Quiero invitarlos a un proyecto que tengo en mente.

Rubén.- ¿De qué se trata?

Juan.- De comprar un coche y como yo no puedo pagarlo solo, que lo compremos entre los tres.

Ramón.- ¿Qué? ¡ja ja ja! estás bien loco.

Juan.- ¿Por qué? La unión hace la fuerza y, si lo intentamos, podemos lograrlo.

Rubén.- Pero a ver, explícate bien.

Juan.- Miren, la idea es que cada uno aportemos una cantidad mensual y después abramos una cuenta de ahorro y así, cuando ya tengamos suficiente, adquirir el vehículo.

Ramón.- Y, ¿a nombre de quién va a abrirse la cuenta de ahorros?

Juan.- Es igual, pueden abrirla a nombre de ustedes mancomunadamente. No tengo desconfianza.

Ramón.- Bueno, suponiendo que juntemos el dinero y compremos el coche ¿cómo lo vamos a manejar, encimados o qué?

Juan.- No seas sangrón, desde luego que no. Teniendo el auto lanzamos tres monedas al aire y la del que salga diferente lo manejaría primero, después los otros echan un “volado” y el que gane lo conduciría en segundo lugar y desde luego el perdedor lo haría al último.

Rubén.- El “volado”, ¿sería diario?

Juan.- Claro que no, la idea es que cada uno lo conduzca una semana, así ustedes que son hermanos lo tendrían catorce días, y yo solamente 7 días.

La plática siguió más o menos en los mismos términos, ellos, Rubén y Ramón bombardeándome con preguntas y yo contestado a sus dudas e interrogantes. De tal suerte que seguimos así:

Ramón.- ¿Y quién va a poner la gasolina?

Juan.- La primera vez, llenamos el tanque con el dinero de la cuenta de ahorros. Después la obligación del que entregue el coche, será dejarlo también con el tanque lleno. Así quien más gasolina consuma más tendrá que pagar por ella.

Ramón.- ¿Ya pensaste en que los autos necesitan servicios? Hay que afinar, cambiar aceite y filtro, reparar frenos y toda reparación que sea necesaria. ¿Quién lo va a cubrir?

Juan.- ¡Otra vez! Qué necio eres. Desde luego que con lo que tengamos en la cuenta de ahorros, esa aportación va a hacerse permanentemente y de ahí tiene que salir, para cubrir esos gastos.

Rubén.- Oye Juan, pero y si por alguna razón alguien tiene un accidente y le pega al auto, ¿como lo vamos a cubrir?

Juan.- Igual, con el dinero de la cuenta de ahorros.