2 Generaciones Número 4 | Page 14

En la galería de fotos de la conocida fotoperiodista Susan Meiselas sobre la revolución sandinista destaca una de tres muchachos enmascarados con bombas en sus manos. Uno de ellos es hoy vigilante en la Alcaldía de Masaya y aquí cuenta el origen de esa imagen.

Justo González cuenta que se arriesgó. Que pese a que los dirigentes de las células sandinistas le prohibieron guiar a la fotógrafa norteamericana Susan Meiselas a las entrañas de Monimbo, él lo hizo. La llevó y cosechó una gran amistad con ella.

Las fotografías de Meiselas fueron publicadas en grandes periódicos del mundo como The New York Times, The Times, de Londres, así como en las revistas Time, Geo y Paris Match, entre muchas otras. En una de ellas, Justo y otros guerrilleros aparecen inclinados con unas bombas de contacto en las manos y sus rostros cubiertos con máscaras. Esa foto se convirtió en emblemática del proceso insurreccional que se vivía entonces.

Parte del riesgo de Justo fue un grano de arena que, tiempo después, contribuyó con la obra fotográfica de Meiselas, que sin censura, muestra las atrocidades que se vivieron en esa época de guerra contra la dictadura de Somocista.

Hoy, a 32 años del triunfo de la revolución y de esa fotografía, a Justo González sólo le quedan los recuerdos tibios de sus días de guerrillero. La revolución marcó su vida pero no la cambió. Sigue siendo artesano de profesión pero ahora trabaja como vigilante en la Alcaldía de Masaya.

Sus manos son el fiel reflejo de lo que fue su lucha contra Somoza. La izquierda carece de uñas pues una vez fue capturado por la Guardia, lo torturaron y se las arrancaron una a una. Eso, afirma, lo llena de orgullo por haber sido guerrillero. Son las marcas de la guerra.

Sigue siendo artesano de profesión pero ahora trabaja como vigilante en la Alcaldía de Masaya.

Sus manos son el fiel reflejo de lo que fue su lucha contra Somoza. La izquierda carece de uñas pues una vez fue capturado por la Guardia, lo torturaron y se las arrancaron una a una. Eso, afirma, lo llena de orgullo por haber sido guerrillero. Son las marcas de la guerra.

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Wilfredo Miranda Aburto