Alma Alicia Hernández
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Cuando me comunicaron que el Nuevo Tema de nuestra revista, tendría como titulo Señales en el camino, se agolparon una serie de imágenes y recuerdos en mi mente. Así que sin pensarlo demasiado he decidido escribir sobre las señales más importantes que he recibido a través de mi propio camino.
La primera señal la tuve a los 5 años, jugando con mi prima Margarita. Mi juego favorito era mirar las figuras que formaban las nubes al pasar por el cielo. Me encantaba dar vueltas hasta caer mareada al piso y mirar fijamente al firmamento.
Era una noche estrellada y mi Papá estaba construyendo una plataforma para su negocio que aun no tenía techo. Dimos vueltas y vueltas hasta caer al piso con la cara mirando a las estrellas, entonces Mago, pregunto ¿Qué vas a ser cuando seas grande? Y a la vez me contestó, -yo voy a casarme y tener hijos-, entonces mire fijamente el cielo y mágicamente apareció lo que parecía una pantalla de t.v. y le dije lo que estaba viendo: Es el año 2000, no me voy a casar, ni tendré hijos, porque voy a morir en ese año; ella continúo – ¿cómo lo sabes?- lo estoy viendo- le contesté. (No era extraño ya que en mi niñez veía cosas diferentes, incluso me comunicaba telepáticamente con mi Papá).Luego de un rato nos levantamos y fuimos a dormir. Nunca olvide aquella visión. Invariablemente cada vez que cumplía años, recordaba aquellas escenas. Luego hubo un tiempo en que lo olvidé.
Era el año 1999, un mes antes de mi cumpleaños, cuando vino a mí, una sensación muy rara, y luego, el recuerdo de aquella visión. El sonido del teléfono me sustrajo de aquel momento, era la secretaria de mi novio, me pregunto que si estaba bien, me escuchaba rara. Le dije que si, pero que tenía una sensación muy extraña y que tal vez algo iba a sucederme. El motivo de su llamada era pedirme ayuda para un proyecto y me animo diciendo que era una residencia y que mi novio estaba saturado de trabajo y le pidió que me pasará el proyecto, acepte con mucho entusiasmo, y a pesar de que también tenía bastante trabajo, sabia que contaba con un buen equipo, así que decidí ignorar lo que estaba sintiendo y enfocar toda mi atención en el trabajo.
Ya era el mes de octubre estaba en mi oficina, empecé a sentir un dolor muy fuerte en el plexo, no le di mucha importancia y cada vez se hizo más fuerte y se presentaba con mayor frecuencia, hasta que llegó el momento en que me dolía tanto que caí desmayada. Decidí acudir con mi doctora y me receto algunos medicamentos, sin embargo, después de un tiempo los dolores se agudizaron, baje de peso rápidamente, pero lo atribuí a la carga de trabajo de aquellos momentos. Mi carrera estaba en su mejor momento. Volví con la doctora y entonces me revisó con mayor detenimiento. Era 22 de diciembre y entonces me percaté como su rostro cambio de semblante y tomo un aire de preocupación. Me dijo: es urgente un ultrasonido, me hizo la orden y al día siguiente regrese con los resultados, pero estaba en una cirugía, lo único que me dijo fue: te espero mañana a primera hora. Así lo hice, era 24 de diciembre, llegue al consultorio, ya me esperaba, reviso los resultados y sin decir más, me mandó con carácter de urgente a la clínica de su esposo, me hizo una orden y dijo, que en lo que llegaba a la clínica ella se comunicaba con él para que me atendiera sin demora. Cuando llegue a la clínica el Dr. Arenas ya me esperaba, inmediatamente me pasaron a la sala de estudios y las enfermeras me prepararon, el doctor me realizó minuciosamente lo que su esposa había pedido, al terminar le pregunte cuando tenía que regresar por los resultados, me dijo es delicado, le pregunté que tanto y dijo no te lo puedo decir, espera unos minutos para que te entregue los resultados, entonces le dije, solo traigo una parte del dinero, él me contestó, no importa, después me pagas, lleva los resultados con María Elena ahora mismo, ambos médicos me conocían desde que tenía 4 años. Cuando salí de la clínica no pensaba en que pudiera estar pasando. Para cuando llegue con la doctora Ma. Elena, ya eran las 6 de la tarde y en casa me esperaban para preparar la cena de Noche Buena.
En cuanto entre al consultorio la doctora me dijo que ya había hablado con su esposo, reviso los resultados y me dijo es grave, muy grave, tienes un tumor. Es urgente operar, me explico tantas cosas, que perdí la noción del tiempo y deje de escucharla, fue como si el mundo se hubiese detenido. Estaba en shock, salí del consultorio como un zombi, me subí al coche, tome una ruta corta para llegar lo más rápido posible a casa, pero cuando pase un tope, fue como si en ese momento todo cayera sobre mí. Me detuve y empecé a llorar desconsoladamente, no lo podía creer, mi vida estaba a punto de acabar. ¿Por qué yo? ¿Qué había hecho mal? Era noche buena, ¿que iba a hacer? Después de desahogarme, continúe mi camino y decidí no decir nada, no era capaz de echarles a perder la noche a los demás. Aunque esa misma noche tuve una crisis de dolor, en la cocina, nadie se enteró.
Guarde el secreto, y deje que pasaran las fiestas de fin de año.
Llego el año 2000, con todas las expectativas que la gente genera para un nuevo ciclo. Sin embargo, yo me sentía cada vez más cansada y más triste. Cuando decidí contarle a mi novio lo que me ocurría, me entere por “casualidad” que había embarazado a alguien y se iba a convertir en padre. Así, en esas vueltas que da la vida, no solo estaba a punto de perder la vida, sino que también había perdido todo interés por continuar en ella.
Fueron tiempos duros, sentía rabia contra Dios, creía que no merecía lo que me ocurría, que era una injusticia, que no solo Dios no me quería sino que me odiaba. Pero todo es como tiene que ser. Afortunadamente siempre hay alguien que da luz al camino.
LA PRIMERA SEÑAL