2 Generaciones Número 3 | Page 17

Dios o Diablo - Carlos Marma

Si pudiera desprenderme del ego, tal vez allí, a las afueras, alcanzase más distancia que mi ombligo y caminase más ligero. Machado, para todo viaje, andaba siempre escaso de equipaje; he tardado veinte años en comprenderlo pero por fin lo entiendo; supongo que ambos nos referimos a la misma carga: el peso estándar de la pose (véanse: principios, ideas y costumbres) estereotipado en mí como individuo.

En ocasiones me siento huésped del cielo y otras hago de cualquier lugar un infierno; de lo cual debo extraer que soy, en cierto modo, Dios - o diablo - y único responsable de la realidad que habito. Olvido el poder que me ha sido otorgado y me venzo, inconsciente, al tráfico nervioso de peatones e influencias como el singular ángel de asfalto en el que me he convertido; visto un traje confeccionado a la media del rebaño, acudo puntual al trabajo y a las decepciones, y cuando pago con monedas, espero que me devuelvan el cambio. Es decir, soy un ciudadano casi respetable que sucumbe a las bajas pasiones casi como cualquiera, a los delitos morales y los engaños, porque así es cómo suelen comportarse los ángeles de mi naturaleza.

Empero, nunca fui sujeto de costumbres, por tanto, ni siquiera esto es inmutable. En ocasiones mi rumbo es virado por una fuerza mayor, electromagnética, y mi camino es otro y cambia también el desorden de mi naturaleza, y amo, y comparto y perdono y en la ausencia de rencor y de culpa, fijo mi causa y todas mis pocas fuerzas. Y, entonces, sólo entonces, consigo que cambie el mundo.

otros tantos

se subieron, bajaron y, en algún punto, nos hemos vuelto a encontrar, hay otros más que esperan a la orilla de la carretera por un aventón. Aunque debo decir que en cuestión de acompañantes también hay que ser precavidos pues pueden distraerte de tal manera

que te conduzcan

a sufrir algún percance, lo digo con voz de experiencia.

Total, que todo camino tiene sus circunstancias, serán mejores o peores dependiendo de cuántas señales lleguemos a tomar en cuenta. Sin duda, haremos caso omiso de muchas de ellas, pero jamás intentes abandonar el viaje por tu propia cuenta porque mientras tu vehículo marche es señal inequívoca de que vas a llegar a tu destino y si decides no concluir el viaje, sería una lástima pues te vas a perder de increíbles paisajes, increíbles personas y momentos increíbles de felicidad.

Yo por eso, hago como los alquimistas, que siguen las “señales de Dios”, pistas que muchas veces no tienen sentido, pero terminan llevando a algún lugar.

A mí el gran choque me enseñó que todas las señales son una invitación a VIVIR!!

Ilustración: Bustos

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