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En lo tocante a las diferentes culturas, siendo cierto que existen diferencias entre ellas, por ejemplo: entre la mexicana y la española, como he dicho antes, también la diversidad dentro de ellas es impresionante. Basta pasar unos días en un pequeño pueblo del Pirineo y luego bajar a la Costa del Sol andaluza, para comprobarlo, y los dos sitios son España, y siempre hablamos de la cultura española. Y dudo que un mexicano o mexicana del D.F y otro del desierto de Tijuana, por ejemplo, tengan los mismos usos y costumbres. Ni siquiera la lengua, que en todas las partes que he citado es la misma, al menos oficialmente, se habla igual.

Creo que la cultura bien entendida responde a varios fenómenos como pueden ser el clima, la situación geográfica, la orografía, la religión, la historia anterior, e incluso me atrevería a decir que a sucesos inesperados y aleatorios, que agrupan a cierta cantidad de personas en cierto lugar y un determinado tiempo, y que busca para esas personas la mejor calidad de vida, la felicidad y la diferenciación con el resto, para sentirse protegidos por esa figura social que es el colectivo.

Por estos motivos, no deberíamos despreciar ninguna sino, más bien, intentar conocerlas y comprenderlas. Y para eso nada mejor que viajar, o de no poder permitírtelo, aprovechar la tan manoseada globalización, en el mejor sentido, en el de convivir en nuestros respectivos lugares, respetando las diferencias. Esas experiencias nos hacen más sabios, menos manipulables.

Mexicanos y españoles lo tenemos más bien fácil. La historia de nuestros países nos ha convertido en algo así como primos hermanos y, en mi caso, en madre y espero que muy pronto en abuela, con lo que aprender unos de otras no nos requerirá mucho esfuerzo.

Estoy segura, que si no somos nosotros ni nuestros hijos o hijas, no tardará en llegar una nueva generación para la que las diferencias culturales no sean un motivo de enfrentamiento, sino todo lo contrario, un gran mar de posibilidades que enriquezca sus vidas.

Merçé Sànchiz

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