2 Generaciones Número 2 | Page 27

La Palabra

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Sin embargo, el principal problema ante el cual se enfrenta comúnmente por estas tierras la memoria, es la desmemoria. La desmemoria lo que hace es impedir el surgimiento de vidas que recuerden y que anden con aquel recordar: andar siendo, andar aprendiendo. La maquinaria latinoamericana de sordos y mudos se complace con la desmemoria, nada más ventajoso: hay, entonces, una multitud de personas absorbidas -y hasta complacidas- con un presente indigno, pero es eso sí, lleno de artículos de importación gracias a una economía de libre mercado implantada por países que no la practican; hay también, una masa enferma de copianditis, como la nombra el propio Galeano, que desde hace cinco siglos está entrenada para escupir al espejo: para ignorar y despreciar lo mejor de sí misma. De las armas más poderosas con las que cuenta la desmemoria, según el autor, es el sistema de desvínculos que existe a todos los niveles en nuestras sociedades, y éste afecta a la construcción de una formación racional auténtica, en la medida en que si el pasado no tiene nada que decir al presente, la historia puede quedarse dormida, sin molestar, en el ropero donde el sistema guarda sus viejos disfraces.

El sistema nos vacía la memoria, o nos llena la memoria de basura, y así nos enseña a repetir la historia en lugar de hacerla. Las tragedias se repiten como farsas, anunciaba la célebre profecía. Pero entre nosotros, es peor: las tragedias se repiten como

tragedias.

La memoria, dice el autor entrelíneas, no se encuentra contenida en los libros, por lo menos no toda ella; la memoria de un pueblo está, o debiera estar, en cualquier obrar y acontecer cotidiano. Está en la tradición, sí, pero también está en lo nuevo. Ella –la memoria-, está en el lenguaje, en el arte, en la comida, etc. y no es privilegio, o no debiera serlo, de ninguna clase social.

¿Qué es la palabra entonces en la obra de Eduardo Galeano? La palabra para el autor es una celebración del decir humano, pero ese decir, al estar unido a una formación racional genuina, es genuino también. La palabra tiene múltiples formas, pero es ante todo dialógica, es decir, siempre debiera buscar interlocutores. La palabra que se pierde en el aire se esfuma, la palabra dialógica tiene alas, se aleja pero nunca se va del todo. Galeano se considera a sí mismo un cazador de voces, recoge palabras viejas y nuevas, toma prestada la voz de alguien más, y la comparte, la celebra. En fin, nos recuerda que no hay palabras que dependiendo de quien las pronuncie sean chicas o grandotas, sino que, como él mismo afirma, todos, toditos tenemos algo que decir. Dice la gente cuando habla, dice cuando canta y cuando baila, dice cuando escribe en un cuaderno o en los muros. Dice la gente cuando está verdaderamente viva. Sólo hay que saber escuchar.

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