2 Generaciones Número 10 | Página 9

Quiero compartir estas reflexiones que hice hace unos días, al escuchar un programa de radio, en el cual se hablaba del Mezcal, producto mexicano muy despreciado por su origen humilde.

Un presentador muy famoso en México, entrevistaba a un enólogo que estaba hablando de esta bebida y me sorprendí al escuchar que el enólogo empezó a decir que el Mezcal tenía edad, cuerpo, etc., etc., etc. Y que habría que aprender a disfrutar esta magnífica bebida…

Lo primero que pensé al oír esto fue: El precio de esta bebida se va a ir por los cielos, (léase: se pondrá caro), y de ahí se desbocó mi mente y recordé lo que he leído sobre la forma de usar las bebidas alcohólicas en el pasado.

La mayoría (ó todas) fueron descubiertas por accidente, al fermentarse los materiales de los que proviene cada bebida. Al darse cuenta que al consumirlas los acercaban a un estado alterado de consciencia que permitía tener experiencias que sólo se conseguían con trabajos y ejercicios muy específicos y mucha dedicación, en la mayoría de las culturas se le dió a estos productos la categoría de “Bebida Sagrada”, y sólo podían consumirla ciertos personajes y en ocasiones muy especiales; casi siempre ceremonias de orden místico. Es muy probable, que al mismo tiempo se convirtieran en bebidas deseadas por el pueblo. Al conocerse la forma de producir el producto, se fue popularizando, y aún más al descubrir que las amenazas de maldiciones no se cumplían. Se popularizaron, se volvieron de consumo cotidiano, y se desmitificaron, llegando hasta nuestros días gracias al gusto por su consumo (aquí el problema es el abuso que llega hasta la adicción, pero ese es otro tema).

Muy bien todo hasta aquí, pero las élites no podían permitir que todo el mundo disfrutara de tan agradable manjar y empezaron a inventar la forma de “catar” (probar) dichas bebidas y se hicieron especialidades en los licores, los vinos y casi cualquier bebida que tuviera alcohol.

Si recordamos, en Europa se acostumbraba ofrecer a quién llegaba a las casas, donde lo había, vino de uva mezclado con agua y miel y se consideraba un detalle de buena educación del anfitrión.

JAVIER HOYUELA

LA FORMA DE COMPLICARNOS LA VIDA

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