Yo ahora he cambiado el papel y la consigna por estrechar la mano de alguien que es invisible para la mayoría, por darle un abrazo sin asco a ese al que le huyen sus propios padres porque ya no comparte su “realidad”, por jugar unos minutos con aquélla que sus hermanos creen que está impedida porque necesita una silla de ruedas para andar.
Yo soy una verdadera llorona, una chillona hecha y derecha, pero el llanto es sólo una parte de la sensibilidad. A veces sencillamente no es funcional. Funcional es el llanto de un bebé, que llora para expresar sus necesidades y nada más, no sabe de reconres, ni de dramas, ni de tristezas. No digo que haya que convertirse en un robot, sólo empatizar con esas personas, que de por sí traen la tragedia a flor de piel, y aún así son capaces de sonreír, de bailar, de hacerte pasar un rato ameno. Digamos que ellos y ellas han sido mis maestros, han hecho que mi llanto tenga una dirección.
De todas formas, el llanto también es causa y efecto de infinidad de eventos. Nos desenmascara de una manera sutil, pero hermosa. Todos lloramos, por una razón o por otra. He tenido el placer de ver llorar a las personas que jamás imaginé. Personas de aspecto rudo, personas que simplemente por representar a la autoridad temían ceder a la emoción, cuando lo único que puede pasar es que se note que eres humano, y que como tal eres susceptible, frágil y con una necesidad auténtica de “ser”.
Cada vez que lloro, doy gracias a Dios por haberme concedido el don que le pedí, y por tener la fuerza necesaria de no dejarme llevar ante la inmensidad de dolor que veo, leo y escucho a diario. Mi sensibilidad empezó a tener rumbo, cuando empecé a rebelarme, a rebelarme contra mi misma, contra los vacíos que me hacían llorar sin un propósito claro y que me hundían en mi egoísmo, creyendo que había llegado aquí para ser una mártir, una mujer sufriente y digna de lástima, y si bien este mundo no es el paraíso, poco le faltará si a cada día, le ponemos más amor y menor indiferencia.
Todas estas palabras te las dedico a ti, Diego, porque tengo la esperanza de que puedas llorar y espero estar ahí para amarrarte en mis brazos, a ti, Toño que te me fuiste esta semana y a quien no he llorado porque le dí lo mejor de mí, le dí mi tiempo y mi sonrisa, y a ti, papá porque me has dejado verte llorar.
MÉXICO