Los elfos y el zapatero
Los Hermanos Grimm
Hace mucho, mucho tiempo, vivía en un país mágico un humilde zapatero, tan pobre,
que llegó un día en que sólo pudo reunir el dinero suficiente para comprar la piel
necesaria para hacer un par de zapatos. - No sé qué va a ser de nosotros - decía a su
mujer-, si no encuentro un buen comprador o cambia nuestra suerte. Ni siquiera
podremos conseguir comida un día más.
Cortó y preparó el cuero que había comprado con la intención de terminar su trabajo al
día siguiente, pues estaba ya muy cansado. Después de una noche tranquila llegó el día,
y el zapatero se dispuso a comenzar su jornada laboral cuando descubrió sobre la mesa
de trabajo dos preciosos zapatos terminados. Estaban cosidos con tanto esmero, con
puntadas tan perfectas, que el pobre hombre no podía dar crédito a sus ojos.
Tan bonitos eran, que apenas los vio un caminante a través del escaparate, pagó más de
su precio real por comprarlos. El zapatero no cabía en sí de gozo, y fue a contárselo a su
mujer: - Con este dinero, podré comprar cuero suficiente para hacer dos pares. Como el
día anterior, cortó los patrones y los dejó preparados para terminar el trabajo al día
siguiente.
De nuevo se repitió el prodigio, y por la mañana había cuatro zapatos, cosidos y
terminados, sobre su banco de trabajo. También esta vez hubo clientes dispuestos a pagar
grandes sumas por un trabajo tan excelente y unos zapatos tan exquisitos. Otra noche y
otra más, siempre ocurría lo mismo: todo el cuero cortado que el zapatero dejaba en su
taller, aparecía convertido en precioso calzado al día siguiente.
Pasó el tiempo, la calidad de los zapatos del zapatero se hizo famosa, y nunca le faltaban
clientes en su tienda, ni monedas en su caja, ni comida en su mesa. Ya se acercaba la
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