-¿Quién es ese guapo mocito de aspecto abandonado que estuvo mirando hacia
fuera desde el gabinete toda la noche?
La doncella contestó lanzando un fuerte grito y echando a correr al instante. La
dama se sorprendió de aquello, pero era una mujer de notable fuerza mental, por
lo que se vistió ella sola, bajó las escaleras y acudió a reunirse con su hermano:
-Walter, toda la noche me ha estado inquietando un guapo mocito de aspecto
abandonado que constantemente miraba hacia fuera desde el gabinete que hay
en mi habitación, y que no puedo abrir. Ahí debe haber algún truco.
-Me temo que no, Charlotte -contestó el hermano-, pues es la leyenda de la casa.
Es el huérfano. ¿Qué es lo que hizo?
-Abrió la puerta con suavidad y miró hacia fuera. A veces penetraba uno o dos
pasos en la habitación. Entonces yo le llamaba, para animarle, y él se encogía, se
estremecía y volvía a meterse de nuevo, cerrando la puerta.
-Charlotte, el gabinete no tiene comunicación con ninguna otra parte de la casa,
y está cerrado con clavos.
Aquello era indudablemente cierto y dos carpinteros necesitaron una mañana
entera para abrir la puerta y poder examinar el gabinete. Sólo entonces Charlotte
quedó convencida de que había visto al huérfano.
Pero lo terrible de la historia es que fue visto sucesivamente por tres de los hijos
de su hermano, todos los cuales murieron jóvenes. En cada ocasión, el niño
enfermaba, regresaba a casa con fiebre, doce horas antes de la muerte, y le decía
a su madre que había estado jugando bajo un cierto roble que había en un prado
con un chico extraño, un chico de buen aspecto, pero que parecía abandonado,
que era muy tímido y le hacía señas. A partir de esa experiencia fatal los padres
llegaron a saber que se trataba del huérfano, y que el destino del niño al que
había elegido como compañero de juegos estaba seguramente fijado.
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