Digital publication | Page 64

El esbozo de los planos y el diseño de las instalaciones corrió a cargo de los arquitectos Jesús Guinea y Emilio Apraiz, de renombre en la ciudad. Juntos, crearon un estudio con el que trabajaron para la diócesis y también para la Vitoriana de Espectáculos (VESA), propietaria de los cines sitos en la misma calle. Para este proyecto, colaboraron mano a mano con Luis María Sánchez Iñigo, que hizo las veces de aparejador. La inauguración de las piscinas tuvo lugar el 19 de junio de 1963. “Las instalaciones se componían de una piscina de 25 metros climatizada con calefacción de aire caliente, vestuarios, botiquín y aseos”, según describe Arcediano. Y añade: “La mayor novedad del conjunto [la] constituía el nuevo gimnasio con amplias dotaciones de material para la práctica de las diferentes disciplinas deportivas”.

En las instantáneas que tomó el fotógrafo Fernando Torres, que se coló entre las ruinas de la piscina hace apenas dos años para inmortalizarlas, todavía se ven unas anillas que cuelgan del techo. También se acierta a vislumbrar lo que en su día fue la barra del bar, con un constante trasiego de clientes, que iban y venían en busca de un refrigerio con el que refrescarse tras zambullirse en el agua. De una tabla todavía cuelga una pizarra -publicidad de la ‘bitter’ de Cinzano, número de teléfono sin el prefijo, como era costumbre antaño-, recuerdo de lo que fue y ya no.

Uno de los nadadores que se curtió en las aguas de San Prudencio, bajo la atenta mirada de los pingüinos, es José Mari Polo, rostro conocido de entre los que han compuesto la nómina del Club de Natación Judizmendi a lo largo de su historia. En un documental grabado por el club con motivo de la celebración del septuagésimo quinto aniversario, Polo recuerda ‘in situ’, con “un poco de pena” por el deterioro, los inviernos de entrenamientos. “Aquí hemos entrenado en la época invernal, desde el año 63 hasta el 76, un grupo bastante numeroso de nadadores. El entrenamiento de verano ya lo hacíamos en el Estadio, pero en invierno veníamos aquí”, rememora. Si bien las dimensiones de la piscina eran las requeridas para la natación, la poca profundidad dificultaba la práctica de otros deportes. “Como curiosidad, aquí comenzó el waterpolo. Había un dato curioso: en el waterpolo no se puede apoyar el pie en el suelo, y en esta piscina hay algunas zonas en las que sí se apoya. Los árbitros tenían que estar muy atentos para pitar falta en cuanto esto ocurriera”, explica Polo.

> Abajo, una competición en las aguas de San Prudencio · Archivo del Territorio Histórico de Álava

> Arriba, el acto de inauguración de las piscinas, con presencia del obispo · Archivo del Territorio Histórico de Álava

64