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VESA acaba de celebrar su nonagésimo aniversario. ¿Cómo se siente? ¿Llega la empresa en buena forma a esta marcada fecha?

Una empresa de noventa años, que ha convivido en el mercado, ha tenido que irse adaptando a las circunstancias y al medio. Sucede como con las especies, sobrevive el que ha tenido suerte y más facilidades de adaptación a las circunstancias. La sociedad la forman doce jóvenes en el año 1931. Eran comerciantes, empresarios que tenían iniciativa y la oportunidad de comprar el teatro principal. No les llegaba el capital para poder comprar y optaron por sacar una cantidad importante de pequeñas participaciones. Y ese es el motivo de que una serie de familias tenga una parte importante del capital y que luego haya una atomización total de accionistas. Todo viene de ese origen. Ahora en total somos 800 accionistas. Los hay sentimentales, a los que les gusta el cine, tienen ilusión en participar en la nueva sociedad y que luego también tienen unos pequeños descuentos por ir al cine.

En Vitoria han desaparecido cinco empresas cinematográficas: los cines Azul, Mikeldi, Ester, Ábaco y Yelmo, que era una empresa española pero ahora es mexicana. El recorrido no es fácil, requiere un esfuerzo de inversión grande. Además, es difícil saber si esa inversión es la que le hace falta a la empresa. Muchas veces se hace una inversión enorme pero no se da con la demanda, y acelerar ese proceso de adaptación puede llevar a la muerte.

Guarda fotos de la plantilla en las que aparecen hasta un centenar de trabajadores. ¿Cómo han pasado de tener tantos trabajadores a estar apenas seis en plantilla? ¿Cuáles han sido las fases de ese descenso?

El teatro requería tramoya, requería la participación de mucha gente. Ahí se sumaron dos cosas: el deseo de la administración pública de captar la gestión de los teatros y el elevado coste de mantenimiento de un teatro. VESA pasó de tener  tres teatros operativos, el Principal, el Guridi y el Florida, a no tener ninguno. El Principal pasó a manos del Ayuntamiento y entonces se quedó con un excedente de personal. Se tecnifica lo máximo posible y las costumbres van cambiando. Antes a una persona le tenías que decir dónde se tenía que sentar en una función numerada. Ahora va el propio espectador. Las tradiciones de coste y rendimiento van cambiando. La productividad de los trabajadores también es mucho mayor porque van a hacer más funciones.

Centrémonos ahora en la calle en la que nos encontramos, la de San Prudencio. ¿Qué ha sido, qué es y qué puede ser para Vitoria?

Siempre le he tenido mucho cariño. Esta me parece una calle golfa, en el buen sentido. Tiene un punto de entretenimiento, golfería, resistencia. Tiene un punto romántico de no tomarte la vida tal cual, sino de revolverte. Es una calle peatonal en la que pasan muchas cosas: hay un teatro, hay cines, gimnasios, peluquerías, restaurantes, librerías. Me encanta, me parece muy divertida. Y, en nuestro mundillo, el cinefórum, que es una pena que esté cerrado ahora. Me dio mucha pena cuando se terminó el documental ‘El olvido está lleno de memoria’ sobre la familia Martínez de Aragón. Salió un montón de gente y no tenían ningún bar al que ir. Esta es la calle para eso, para salir del cine y tomar unos tragos. Hay calles en las que la gente va a ritmo militar: en línea recta y muy rápido. En cambio, en esta calle el tiempo y el espacio se funden. Te encuentras a una persona y las distancias son distintas.

El recorrido no es un medio, es un fin en sí mismo. Pasan cosas. Te encuentras con una persona, hablas y descubres que tienes un bar.  Entras y el camino es el café. El camino es en sí mismo un objetivo. Y yo creo que es muy bonito. Es una pena que las normativas sean tan estrechas y no se pueda hacer nada. Pese a todo, sigue habiendo vida y eso a mí me parece milagroso; que la gente tenga más fuerza que los políticos y la función pública. Para mí ese es el atractivo de la calle. Es un punto de encuentro tranquilo en que no vas a hacer cosas. 

Es bueno que haya un espacio de entretenimiento en el centro de Vitoria. Es positivo de cara a que haya sinergias. Me hace muchísima ilusión que haya mezcla de diferentes usos. Van al gimnasio, luego hacen una compra en el supermercado, luego tienen la peluquería y luego un ‘restaurant’ y luego un teatro y luego… Una cantidad de usos tan grande en un espacio concreto me parece bien.

"EN LA CALLE DE SAN PRUDENCIO,

EL TIEMPO Y EL ESPACIO SE FUNDEN"

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