el que se logra una atmósfera de imprecisión tempo-
ral como en « ¿Qué castillos son aquéllos? / Altos son
y relucían »
Y ese no es el único rasgo estilístico que cabe destacar, sino también la tendencia a la repetición:
Repetición del vocativo ¡Abenámar, Abenámar!
Repetición formularia como «dárete en arras y dote / A Córdoba y a Sevilla»
Repeticiones sinonímicas como «Casada soy que no viuda»
Repeticiones literales o retóricas como «Casada soy rey don Juan / Casada soy que no soy viuda»
Repeticiones paralelísticas como:
«Yo te la diré, señor
Aunque me cueste la vida,
[…]
Por tanto, pregunta, rey,
Que la verdad te diría»
Y por último, vamos a analizar su métrica, también muy típica de los Romanceros que se están haciendo últimamente:
Se compone de 56 versos octosílabos con rima asonante en los pares (pese al uso de imperfectos en posición de rima, que crea diversas rimas consonantes) aunque, considerando la teoría sobre el origen épico de la versificación de los romances, deberíamos describir la estructura métrica como una composición de 23 versos hexadecasílabos monorrimos, divididos en dos hemistiquios de ocho sílabas.
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