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Con 19 años se trasladó a Stockton (California), donde trabajó hasta el final de la guerra como soldadora, viviendo según ella “algunos de los momentos más divertidos de su vida” (1). Benita recibió el Premio ‘NAVY E’ por su excelente trabajo en el astillero. Falleció con 95 años en 2019 en Fresno (California). Del mismo modo, durante la guerra Felisa Caballero Errotaberea —nacida en Chino (California) en 1920 de padres también navarros- trabajó como asistente en una gasolinera y en piezas de remachado para la empresa constructora de aviones Douglas Aircraft en su localidad natal. Falleció a la edad de 96 años en 2016 en Spokane (Washington).

Otras mujeres de la comunidad vasca optaron por incorporarse a las fuerzas armadas, prototipo indiscutible de la masculinidad. Cerca de 350.000 mujeres estadounidenses sirvieron voluntariamente, tanto en el país como en el extranjero, en los cuerpos militares (auxiliares) creados ad hoc al inicio del conflicto y que fueron adscriptos a las distintas ramas militares. El objetivo era liberar a los soldados de todos aquellos trabajos no combatientes (desde trabajos administrativos a operadores de radio o pilotos de aviones) para que pudieran ser traslados al frente. Estos nuevos cuerpos militares se unieron a los tradicionales de enfermería de la Armada y el Ejército, constituidos por un gran número de mujeres.

Sin embargo, esta incorporación seguía los mismos patrones (morales) discriminatorios y de desigualdad de la propia sociedad civil de la época, conforme a la noción que estimaba que el lugar más adecuado de la mujer era el hogar. Las mujeres soldado tuvieron que vencer la resistencia y desdén de familiares, amigos y de la sociedad en general y la visión que tenían de ellas como una amenaza al estatus del hombre (soldado).

Por ejemplo, dentro de la comunidad vasca del Estado de Idaho, predominantemente de origen vizcaíno, hay un importante grupo de mujeres que sirvieron en las diferentes ramas militares. En el cuerpo de reserva de mujeres de la Armada, oficialmente llamado Mujeres Aceptadas para el Servicio Voluntario de Emergencia (Women Accepted for Volunteer Emergency Service, WAVES) se encuentra Lidia Magdalena Uranga Sabala, nacida en Boise (Idaho) en 1918 de padres vizcaínos. Estudió en el Boise Junior College, donde obtuvo el certificado de enseñanza. Unas 84.000 mujeres alistadas en el WAVES durante la guerra recibieron desde el principio de su creación en julio de 1942 el mismo estatus que los reservistas hombres. Lidia se alistó en 1943 y fue enviada a formarse al Hunter College en Nueva York y de ahí a la Estación Aérea Naval de Atlanta (Georgia), donde se graduó como instructora del simulador aéreo “Link”.

Finalmente, Lidia fue destinada a la Estación Aérea Naval de Bunker Hill, en Indiana, donde trabajó como Especialista (Profesora) de Segunda Clase, formando parte del Escuadrón de Patrulla 19. Enseñó a manejar instrumentos de vuelo como instructora del simulador de control de aviones 'Link', trabajo que consistía en dar consejos a un oficial que estaba realizando comprobaciones en el simulador. Lidia fue licenciada en 1945 y falleció en su ciudad natal a la edad de 80 años. Las mujeres se convirtieron en parte permanente de la armada en 1948.

La sargento Beatrice Mendiola (a la derecha) en la reunión del Día de Pearl Harbor en Cleveland (Cleveland Plain Dealer, 22 de junio de 1944).

Benita Serrano fue una de los millones de mujeres que ocuparon puestos de trabajo tradicionalmente realizados por hombres durante la SGM