El celador perplejo
Viejo anhelo
de macerar resinas
donde dormitan cosmos.
Laudos de la memoria
que olvida el paso furtivo de los astros
y enloquece a diario
con los fuegos que detonan en el patio.
III
Mientras Dios
que asume en silencio sus misterios
(el estruendo es un rumor en la hojarasca)
y el bosque añade resinas
al ciclo de tus anillos,
el fuego acusa en la noche tu presencia.
¿Cómo no ceder ante las celadas
si la pizarra de neón
oscurece las palmeras,
si las sombras redimen
ramas de fuego
en las baldosas del parque,
astros en el hollín de los cines,
antorchas en las columnas de los puentes?
El celador perplejo
redime sus ansias de infinito
en las cáscaras de un árbol consumido.
El bosque anuda sus anillos.