De las mujeres
(la mirada en las huella
que deja la piedra en el pozo:
piel, honduras, volúmenes
y jadeos sólo dará cuenta
la reservada memoria)
por siempre idas
por siempre aparecidas,
callaremos de sus oraciones y obsesiones.
Nada diremos sólo
las dejaremos marchar seguidas de la tarde,
en la guarda del regreso presentido.
Nada diremos además del color morado,
sólo guardaremos su presencia
puertas adentro,
al final del mes de abril
o al final de la calle sembrada de apamates.
Acordaremos
que es una calle morada
o fucsia de acuerdo al sol.
Nada importa la cerca contigua,
incluso las calles de la cuadra.
Es una calle sólo una vez al año,
quizás sin cerca contigua.
Morada o fucsia de acuerdo al sol
sembrada de apamates dialogantes.
Sólo que es calle una vez al año.
Es una calle de abril morada sembrada de
apamates.
También acordaremos
que jamás es recta la línea
cuando se dibuja desde un apamate.
Nunca es tan sombreada
la casa
cuando los astros
cruzan las hojas
y ramos irregulares del apamate.
Se hace impreciso el camino.
hasta la casa difusa,
en mitad de la arboleda.
Sin embargo,
es la imagen más nítida que se extiende
en toda la manzana
en el mes de abril.
Es una calle de abril morada sembrada de
apamatres.