no advierten prejuicios
sobre si el nido es más alto o bajo,
o la copa más frondosa,
o el follaje más cercano al río,
sólo llevan la hierba necesaria,
el alimento fecundo,
el calor preciso
y ya en familia,
no hacen peso a sus ramas.
A veces es impreciso
si es su canto
o el rumor de la hojarasca,
el estallido que secunda su vuelo,
su fronda los alberga en silencio,
sin pedir nada a cambio,
los alberga en silencio
y a veces el nido abandonado,
donde aún
entre plumones, hilos de sangre
y restos calcáreos,
gira el eco de su canto,
es más leña que el mismo árbol.
Sin débito alguno,
guarda serenidad ante los ocasos financieros.
Su fronda se yergue ante el Dow Jones
y firma sobre carbón con tintas imborrables.
Olvida los índices en Wall Street,
las ansias en los corredores de Tokio.
Nada sabe de dividendos.
Los frutos,
las floraciones,
el magenta que alguna vez ostenta,
el añil de su fronda
son razones de alquimia.
Crece sin prisas,
guarda un tiempo de maceración,
y entrega sus savias,
ordena su linaje
y crea aposentos en la tierra.
En sus arburas se rotan los astros.
En sus anillos aguardan las estaciones
las cifras del clima,
el mar que humedece sus juncos.
Entrega sus dotes,
sin ingerencias contables,
a veces permuta abejas