ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 6 | Page 58
OPINIÓN DAVID VALDIVIA
Gastronomizar
JOAN BARQUÉ
M
orirse es un trámite, quizás un poco desagradable, pero un
trámite al fin y al cabo. Ahora bien, si nos privan de actos
mucho más nobles, mucho más puros, mucho más sublimes,
entonces sí que, efectivamente, deberíamos perecer.
Comer apenas me interesa y en cambio la gastronomía lo es
todo. Deglutir, nutrirse y sobrevivir es un acto vano, vacío,
que tan solo aporta la pervivencia de la especie. Lo malo de
morirse no es el hecho de desaparecer sino los muchos platos que nos dejamos por
el camino. Morirse, mira, pero dejar de ir a los restaurantes, eso sí que no.
Hemos venido al mundo a conocer la gastronomía, y para eso comemos, para
mantenernos vivos y luego poder gastronomizar, que es una palabra que me acabo
de inventar pero que ya me entienden. Comer es comer, alimentarse, sin más. La
gastronomía es otra cosa. La gastronomía empieza mucho antes, tiene un sentido
mucho más espiritual y necesita de un aprendizaje. La cultura gastronómica es fundamental para entender no solo cada plato sino cada antesala, cada prolegómeno.
La gastronomía no busca alimentarse, ni está a favor de la dieta sana. La gastronomía viene a jugar, a hacerte volar, y si te engordas es tu problema: cada guerra tiene sus consecuencias. La gastronomía es una medicina y tiene sus efectos
secundarios. Hay que leerse bien el prospecto para que luego uno no se queje de
cosas obvias. Ahora bien, los beneficios anímicos que aporta este arte son casi
indescriptibles. Usamos la gastronomía para librarnos del mal. Y eso ya es decir
mucho. Gastronomizamos para superar la infelicidad, la angustia perenne que
acecha en cada esquina. Gastronomizamos para quitarnos de encima esta mala
leche atávica con la que tenemos que lidiar.
He pasado unos días –pocos- privándome de la gastronomía, haciendo una dieta
lamentable, y puedo decir que he perdido algunos quilos –pocos- pero he ganado
en cambio una ansia enfurecida y letal. He tenido tiempo para escribir un dietario,
dietario de dieta le llamaba, y todo lo que ahí se escribía era malo, malísimo. Gastronomizar te ensancha el alma y te deja escribir mucho mejor. Yo necesito restaurantes para escribir bien. Necesito viajes a Noruega, cortes de parmesano y bambis
de anguila. Necesito champán. Gastronomizar es calmar la bestia sedienta de vida.
La muerte es un trámite y la gastronomía un estado del alma.