ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 6 | Page 115
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“Si con estos ingredientes que has visto mi
fabada está mala, la que la cagué fui yo”, categoriza Pili cuando hemos dado por finalizado el recorrido por las claves de su receta.
Ella lleva metida en una cocina desde los tres
años donde primero acumuló conocimientos
de las recetas de sus abuelas, para terminar
elaborando la fabada como la hacía su padre,
“con mucho tiempo, más del que es necesario, a muy poca temperatura y con el agua
imprescindible”. En su receta no hay lugar ni
para la sal ni el aceite, aunque sí le echa un
poco de azafrán. Y siempre las elabora en el
día “puestas desde muy temprano para que
tengan periodo de reposo antes de servirlas”.
Antes de despedirnos vuelve a mostrarme su
carácter llano y nada presuntuoso, tratando
de quitarle importancia a su mano maestra
en la cocina: “es que no hay nada de especial
en ello, no recuerdo cuándo fue la primera
vez que me puse sola en los fogones. Esto es
como los cachorros de los leones, que empiezan a cazar acompañados de su madre y un
día, con total naturalidad, pues se lanzan a
buscar alimentos ellos solos, pero sin darle
mayor importancia. Es algo normal”. Asiento mientras pienso que al final ella no deja
de ser la madre de todos los clientes que nos
acercamos hasta su sidrería, a la que acudimos con muy pocas ganas de dejar de ser dependientes de su cocina.
Lo sencillo no es simple, la fabada de Pili es
prueba evidente de ello. La última línea de este
reportaje es la única dedicada a analizar el plato vencedor en ‘La mejor fabada del mundo’ de
2015: simplemente, está cojonuda.