ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 3 | Page 48
OPINIÓN COMER ES DE COBARDES
Azzurro
MIQUEL BONET
A
lgo pasa en el Mediterráneo. Y cuando digo algo me refiero a
algo chungo, maléfico y retorcido. La primera liebre saltó pocos años ha en algún lugar de la costa ligur —dónde vive esa
gente que come noi è forse un po’ selvatica— al llegarnos a la
mesa un tártaro de, agárrense, ricciola. Dados mis proverbiales problemas con el nomenclátor piscícola no solo en italiano, sino también en catalán y castellano y juzgando por sus
inconfundibles propiedades organolépticas, resolví que habíamos disfrutado de
una excelente caballa. Pero, como dicen los marselleses, la curiosidad descuartizó al gato: el recuerdo de esa inaudita textura y su sabor apistachado me llevaron
a una ardua investigación —dos ratillos de Wikipedia— tras la cual la ricciola se
desveló en la lengua de Jordi Pujol como círvia y en la de Kiko Rivera como pez
limón. Ajá, vayan a cualquier pescadería de por aquí y busquen al limón, a ver si
dan con él.
Sigamos. En Estambul, en las famosas freidurías a la orilla del Bósforo me obsequiaron las pasadas navidades con unos maravillosos salmonetes que tenían color y aspecto de salmonete, pero que, de modo desconcertante, su sabor no tenía
nada que ver con el sabor —avellanado— de nuestros salmonetes. En este punto
habría que matizar que el salmonete es un pescado azul no a partir de las taxonomía sino desde la semántica. O sea, es un pescado de color blanco, pero se conoce por el diminutivo de un pescado azul que tampoco es azul ni mediterráneo,
sino anaranjado y nórdico y que por lo tanto lo metemos en el saco de los azules.
Está clarísimo. La cuestión es lo que chirría. ¿Por qué nuestro mar latino, gobernado sin demasiada contestación por escómbridos y túnidos, nos confunde tan
cruelmente?
No se vayan todavía, aún hay más. En el Atlántico, concretamente en Tenerife, se comen unos chicharros del tamaño de sardinas grandes que en nuestras
costas se convierten en unos verdosos jureles tamaño kraken —delicadísimos
y de precio irrisorio, por cierto. Ustedes piensen lo que crean conveniente,
pero a mí no me la dan con queso: no es el mismo bicho. Y están los atunes.
Por más que desde hace unos cuatrocientos años los medios se empecinan en
hacernos creer que el atún del Mediterráneo o bien está en vías de extinción o
bien se lo llevan todo para Japón, yo no paro de ver en las redes sociales gente
muy feliz ronqueando atunes, gente bañándose con atunes y gente manteniendo relaciones sexuale ́