indiferentes, pero unos ojos me tomaron sin aviso. Él de nuevo, justo al
hombres sobre mis manos. frente. Esta vez no me detuve y empecé a caminar en su dirección. Mi
Me levanté de mi silla, tomé mi saco, arrebaté mi bolsa del escritorio y andar de pronto se alentó: la multitud comenzó a crecer de la nada y el
caminé hacia la entrada. –¿A poco ya se va?–, escuché detrás de mí. No espacio empezaba a hacerse cada vez más angosto. Mis piernas seguían
tengo puta idea de quién es. Mi paso se detuvo de golpe y mi cabeza una tras otra y pronto mis codos se unieron a la lucha por abrirme paso.
giró hacia él. Sus labios comenzaron a formar una sonrisa que descubría Mis ojos, por otra parte, no podían moverse de los suyos. Atrapada.
dientes amarillentos uno por uno. Volteé a mi alrededor, pero nadie –Te veo todo– escuché a mi lado, pero esta vez pude ver de qué boca venía.
parecía extrañarse del desconocido en la oficina. Me quedé callada frente Quedé anonadada e intenté pasar una mano a mi pecho, pero estaba tan
a él y solo se me ocurrió asentir la cabeza; después seguí mi andar directo apretada que mi brazo no se podía quitar de mi costado. Era una mujer de
al elevador. edad avanzada, arrugas en la cara, cabello blanco y unas pupilas viendo
El pequeño espacio estaba lleno de personas, pero mi urgencia por salir no directamente a mi senos. –Ten pudor–, dijeron al otro lado. Esta vez no supe
podía esperar. Me metí entre corbatas, camisas y sacos para tener mi propio si el joven junto a mí fue la fuente de las palabras, pero sus ojos también
lugar; al ver las puertas cerrarse comencé a sentir calor a mi alrededor. estaban ahora clavados en mí. Volví mi vista al frente y él observaba la
Los números rojos en la parte de arriba comenzaron a descender y con escena; parecía disfrutarla.
ellos el ritmo de los golpes que sentía por d