Zaguán Literario Zaguán Literario 06 | Page 48

Abrazo de agua En la punta de los dedos el viento. Un abrazo de agua. Vaivén somnoliento con el sol en la punta de la nariz. Ella ayer soñó que se parecía demasiado a la mujer que reflejaba el espejo. Eran los ojos, la forma de la cabeza, el mismo remolino en el copete. Pero las comisuras de la boca no. Ni la celulitis en los muslos. Ni el vientre que busca fugarse de su sitio, como ella, que quiere huir de ella. De él. De todos. ¿En qué momento dejó de ser la más guapa de la fiesta? ¿Cómo perdió su figura? ¿Cuándo extravió la envidia ajena? Sabe que cuando salga del mar sólo la seguirán con la mirada algunos “Antes no. Antes la miraban con deseo. En el pasado. El abrazo de agua de mar por la espalda era prometedor”. distraídos, de esos que se fijan en cualquier escoba con bikini. Antes no. Antes la miraban con deseo. En el pasado. El abrazo de agua de mar por la espalda era prometedor. Con el tiempo suficiente en el mar podría poner fin a su viaje hacia las líneas plateadas en su coleta, a las arrugas exageradas en la sonrisa, a lo amarillento en sus dientes. Al testimonio de su cuerpo de que cada día más es un día menos. El aire en la punta de los dedos. El placer indeseable, parecido al del hombre que la penetraba en esos días: magnífico para el sexo, pero insufrible para la convivencia, como el placer de sentirse haciendo algo distinto, cuando en realidad era igual a todas. Un abrazo de mar incómodo. El dolor en la nuca, el ardor en la parte alta del pecho. La búsqueda infructuosa del deseo de vivir. La invocación a todos los fantasmas que se han ido y flotan cerca de ella a la espera de que ella y sus fronteras bajen la guardia. Flotar y saber que la corriente la llevará, no hacia mar abierto, sino a la orilla. Donde rompen las olas y las olas revuelcan. Tal vez con algo de agua en los pulmones volverá a desear la vida, porque una de las ideas más incómodas que pueden ocurrírsele a un vivo es que la vida estorbe. Ella le estorba a todos: a su esposo, a sus a ella misma. También le estorba el suicidio, porque la cobardía en ella ocupa demasiado espacio y su valentía es un recuerdo, el recuerdo de cuando murieron sus hijos por creerse invencible. Ya no siente el viento en la punta de los dedos ni sabe si la nuca sigue en su sitio. La punta 48 49 hijos, a sus jefes que no pueden desecharla por interés. Se estorba hasta