Las decisiones que uno debe tomar a lo largo de la vida influyen en
quiénes somos y en quiénes nos convertiremos. Algunas más que otras,
pero siempre forjan a la persona que las ejecuta. De igual manera, las
edificaciones deben hacerse nivel por nivel, dando forma a lo que llegará
a ser un rascacielos o un condominio.
Mi planta baja está repleta de recuerdos, sentimientos, primeros encuentros.
Cada elemento constituye mi base, me constituye a mí. Desde mis hábitos
y manías hasta mi color de cabello y ojos; la estructura familiar en la cual
favorito y el miedo al coco.
En mi primer piso, al ser sobrina de dos maestras de primaria, crecí
con gusto por calificar; juzgar el trabajo y las respuestas de otros —los
conociera o no—; definir si están bien o mal según la palomita o el tache,
la carita feliz o la carita triste, el número de sellos y estampas. Jugaba a
calificar, a poner dieces, ceros, cincos u ochos. Cada tarde veía a mis tías y
me ayudaban con mis tareas mientras mi madre trabajaba.
En el segundo piso me instalaron una alberca y mi primer clavado entre
letras fue en la primaria, a los 8 años para ser exactos. Leía novelas juveniles
de lo que llamo “mis tiempos”, aun cuando mi madre o mi abuela dirían
que soy muy joven para denominarlos así, como si no hubieran pasado ya
más de 10 años de mi niñez. Gran cantidad de familiares disfrutaban o
sufrían las horas conmigo, pues de mi boca no paraban de salir figuritas en
forma de corazón, relatos sobre mis libros, descripciones de personajes e
hipótesis de su porvenir; cada uno acompañado por suspiros, serpentinas
y colores.
Gracias a mi gusto por las novelas de romance, descubrí que podía
imaginar historias desde la ducha, luego de un sueño, mientras viajaba de
camino a casa, al escuchar música y mucho de mi tiempo libre se me iba
y madurez.
Mi tercer piso se basa en mi etapa escolar básica, durante la cual, los
profesores de materias como lengua española o literatura universal
impulsaron mi capacidad sobre cómo hacer de una serie de pensamientos
un texto que transmita una emoción, un mensaje que evoque a más ideas
de las que normalmente se tiene.
El siguiente de mis pisos alberga como invitada a mi madre, quien siempre
me motivó a elegir mi camino con libertad, mientras eso me hiciera feliz y
pudiera verme a mí misma realizando labores que me gustaran todos los
días, para que así no me cansara de mi trabajo. Mi madre no me ata, me
da cuerda, me acoge cuando lo necesito y me suelta cuando lo requiero. En
este piso me prometí que ella me vería brillar por mí misma, aun cuando
su luz es cálida y ella esté dispuesta a compartírmela todo el tiempo.
Finalmente, el último piso de mi ser, conlleva todo el proceso de ingreso
a la licenciatura. Si bien, en un principio, yo no sabía qué camino tomar,
un recorrido en elevador por cada una de mis plantas fue suficiente para
percatarme de las pequeñas pistas que me dirigían al mundo de la creación
de entretenimiento, la fabricación de historias. Confiada en que mis demás
niveles tenían los elementos para guiarme, entré curiosa a la universidad,
que prometía desarrollar mis pisos para ayudarme a crecer. Me enriquecí
de los pisos de otros, mientras que el mío se llenaba rápidamente de
cámaras, micrófonos, luces, cintas cinematográficas, guiones, medios
de comunicación e instrumentos de producción audiovisual, crónicas,
ensayos, cuentos, notas periodísticas, libros y redacciones propias. Estas
últimas, fueron el diamante que cautivó a mis ojos. Fue ahí donde supe
que había llegado al vecindario correcto.
en ello. Tenía la posibilidad de hacer de mi creación lo que se me antojara;
la tomaba con las manos, la sacaba de mi mente y la moldeaba como mejor
22
23
me desarrollé, el amor de mis padres, los amigos de la infancia, mi color
me agradara hasta que me resultara de lo más emocionante según mi edad