ha dejado atrás el tinte rosado y en
de Galileo por un telescopio a otro su lugar se ha colocado un ejército
mundo, hasta dejar nuestras huellas de estrellas. Recuerdo entonces
en el satélite más cercano: la Luna. una época, hace ya muchos años,
Nos permitió ver a través del espacio cuando creía que no eran más que
y del tiempo para descubrir cuándo puntos brillantes flotando en un
y dónde estamos en el universo. manto de oscuridad. Las veo de
Ahora lo sabemos… Sabemos que nuevo, pero las miro diferente. Las
la edad y el tamaño del cosmos se miro de lejos, con respeto. Las miro
encuentran más allá del ordinario con el peso de los años luz que nos
entendimiento Nos separan. Las miro como un millón
encontramos perdidos en algún de fantasmas que acechan la noche,
lugar entre la inmensidad y la pues muchas de ellas ya han dejado
eternidad, donde en una perspectiva de existir; sin embargo, su luz —
más amplia, las preocupaciones presente después de su muerte—
humanas e nos sigue contando que alguna vez
insignificantes. Sin embargo, nuestra vivieron y brillaron, nos cuentan
especie es joven y curiosa; hacemos que venimos de ellas y a ellas
nuestro mundo significante por vamos, nos cuentan que nosotros
la valentía de nuestras preguntas algún día seremos olvidados y
y por la profundidad de nuestras que solo somos un parpadeo de su
respuestas. Reconocemos nuestra existencia.
humano.
parecen
tristes
grandeza en la inmensidad del
universo, sabiendo que flotamos en
él, como una mota de polvo por el
cielo de la mañana, y que cada uno
de nosotros es valioso, pues en cien
billones de galaxias no volverás a
encontrar otro igual.
Alzo de nuevo la mirada. El cielo
53
ha llevado desde el primer vistazo