propia, cutre pero la tiene, no es un lugar mágico ni transgresor, pero sin
que luce de pereza. El café ya cumplió su cometido, apenas llego a la es- él sería una joda recorrer la “preciosísima” Ciudad de México. Viajar con
cuela y ya estoy ansiosa de tomar clase, de anotar una concatenación de frescura, con independencia, y a pesar de venir muchos nadie interactúa
redundancias, de escuchar las opiniones vacías del profesor, de soportar con nadie (qué bueno); cada uno defiende su individualidad y su sentido
la realidad, y las inclemencias de un plan de estudios turbulento con un de extraño en el otro frente al otro por el otro.
personal caduco y retrógrado, pero nada cambia, todos cabizbajos, criti- Ay los vendedores...
can volteados pero no hacen nada. Al subir las escaleras la gente ya no trae prisa, viene tan lenta como una
En fin, la primera clase terminó, un cigarro -paradójicamente- se vuelve tortuga; no es que lleve prisa todo el tiempo, es que son flojos y len-
mi respiro. tos hasta para caminar, me nefastean, pero con el tiempo… Ay mexicano,
Comienza la clase y con actitud positiva decido entrar. El profesor, a- ¿qué nos has hecho creer que hemos hecho? ¿Por qué somos tan lentos y
mable y claro en su información, explica la clase a detalle, lo suficiente mediocres? Que cuando pedimos más nos malmiran como si careciéra-
para conocer el timo del 3x2, y cualquier concurso de marca que no es mos de cordura, ay mexicano, tú vienes sin dignidad, a creer comprarla
más que una promoción de ventas. Uff, 10:30, hora de irme, de fumar otro con dinero, poder e impunidad, o simplemente vivir sin ella y resignarte
cigarro y de irme, la escuela no me impacta, su gente no me impacta, solo a que no te pertenezca.
camino rápido hacia el Metro mientras escucho Disclosure: entrar, bajar Llega el vagón después de una larga espera, entro y cierro los ojos, ni por
rápido las escaleras, ver las típicas muestras vulgares de afecto -¿qué afán error quiero ver a mis acompañantes, no es lo mío. De pronto, escucho
de besarse, abrazarse y tocarse en un lugar público y sucio? Solo pienso a un joven ilustre de aproximadamente 16 años, riendo con su madre de
en el asco que me provoca y en no hacerlo jamás. Un Metro que tiene vida una extraña... ¿señorita? De señorita no tiene nada. Suspiro con lástima
y pienso “México, me da pena nuestra gente”, y es que el himen de otras
mujeres nos dotó de humor, porque el mexicano es chistoso, se burla
“hasta de la muerte...” Ay imbécil, el mexicano promedio es ignorante,
irrespetuoso, entrometido y además moralino, y por lo tanto no tiene
empacho de burla y su sentido del humor lo delata.
Sin ganas de ver bellezas griegas y escuchar eruditos, cierro los ojos y
subo el volumen de la música, France Gall me tranquiliza, hasta llegar a
mi estación de salida, me siento una triunfadora, camino rápido y llego
a casa, con una sonrisa me siento en el sillón, leo unas páginas de mi re-
vista favorita, abrazo a mi perrita Catalina y caliento agua para un té. No
hay más tranquilidad que esa. Un pedacito de dicha. Cada persona tiene
pedacitos de dicha, algunos más inocuos que violentos, más inocentes
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Musicalizar el recorrido, con Suggar Minott y Gloria Trevi, animar el día