Zaguán Literario Zaguán Literario 03 | Página 62

CUENTO

primitiva y la cuidaron, le dieron a su cosmogonía una estructura definida y un panteón para alabar. Les llegó la felicidad y la plenitud, pero no por mucho tiempo. El sabio astrónomo( como fue conocido por sus alumnos), sintió que su final estaba cerca. Se retiró de nuevo a su torre, pero estaba tan cansado que no pudo hacer sus actividades de antaño por muchos días. Acostado una noche de invierno, pensó quién había sido su creador. Estaba demasiado enfermo y se preguntaba si en verdad este sería su fin; después de todo había vivido una infinidad de años y el mismo concepto de vida, irremediablemente iba acompañado de muerte. Recordó su situación hacía ya un siglo, lo mucho que le fascinaba la idea de morir, pero eso era relativo a los humanos, no a sí mismo. Se abrió de golpe su ventana y entró un helado viento que le congeló el alma. Se dijo que ese debía ser el fin, se encomendó a los dioses planetarios y suplicó que alguno de ellos tuviera misericordia de él. Exhaló y su corazón dejó de bombear la sagrada sangre. Se encontró en la nada con una infinidad de espejos blancos que lo reflejaban una y otra vez. Preguntó al vacío quién era su dios, cuál había sido su propósito, qué sucedía ahora. No hubo respuesta; en el silencio pareció entender, pareció recordar. Él era el dios primigenio, el creador de todos y todo. Y en su terror y angustia por la eternidad había borrado su propia memoria.
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