pues Fernanda no conocía el ver-
un amigo, que exagerado eres”. El dadero nivel de inseguridad en su
nombre del imbécil no es impor- pareja. Para Nacho esto era la cul-
tante, sino lo que detonó en la re- minación de sus temores. Para su
lación de Ignacio. ego y su ira, esto era muy grande
Se podría decir que Fernanda era para razonarlo de forma objetiva.
el primer gran amor de Nacho, lo Esa noche, Ignacio le fue infiel a
tomó completamente por sorpre- Fernanda.
sa, lo idiotizó. Toda racionalidad Era un grito de ayuda, una subli-
fue expulsada de Ignacio cuando mación de las frustraciones y an-
conoció a Fernanda, quedaban solo gustias de Ignacio que con el alco-
impulsos, sentimientos y ninguna hol se transformaron en pasión, en
voluntad o razón para controlar estupidez por la carne, pero más
todo ese desastre. que nada en la preservación de su
Un día, en una fiesta, Fernanda ego.
ya estaba cansada de las inseguri- El resto es historia, no hay mucho
dades y reclamos injustificados de que explicar. Por supuesto que
Ignacio. No es que los reclamos Fernanda lo dejó, sintiéndose trai-
fueran completamente injustifica- cionada y asqueada al mismo tiem-
dos, Nacho estaba desconectado de po por las acciones de Ignacio. Al
la realidad, veía problemas donde darse cuenta de lo que había hecho,
no existían, se estaba volviendo con una perspectiva más sobria y
paranoico, le atormentaba la idea racional, Ignacio se sumió profun-
de perderla a tal grado que lo hizo. damente en una longeva depresión.
Fernanda decidió pasar toda la fies- Fue Sofía Ricciardi, quien poco a
ta con el amiguito para demostrar- poco se preocupó en su buena vo-
le a Nacho lo que en realidad era luntad, por sacar a Ignacio adelan-
ignorarlo por estar con el imbécil. te, porque creía que él era una bue-
A Ignacio, más que servirle de es- na persona que no merecía tanto
carmiento, lo llevó a su perdición, sufrimiento. Era esa misma Sofía
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Ricciardi quien en estos momen- gresara a la mesa.
tos estaba sentada en la mesa de —Hola, ¿en qué estábamos?
un Bistro frente a Nacho. La misma Nacho sudaba cada vez más y más,
Sofía Ricciardi quien en estos mo- sentía como todo le temblaba, de-
mentos desconocía los motivos de seaba estar en otro lugar y en otro
Nacho, para tan llamativa comida. universo, pero era demasiado tar-
—Hola, ¿cómo estás? —dijo Sofía de para aquello.
—Tenía tiempo que no nos veíamos —Sofía, tengo que decirte algo —
—replicó Nacho tartamudeó Nacho.
La conversación transcurrió de for- —¿No había papel en el baño? —
ma habitual, una que otra carcaja- contestó Sofía en tono burlón.
da y anécdotas de ambas partes. —Desde hace tiempo quería decirte
Ignacio no sabía en qué momento esto —dijo él en un tono más serio
debía actuar, le sudaban las manos —la verdad es que tenía miedo…
y estaba más concentrado en sus tengo miedo de perderte, pero ya
propios pensamientos que en lo no sé cuánto tiempo más pueda se-
que Sofía estaba diciendo. De re- guir así, creo que no es saludable.
pente, reaccionó. —¿Qué no es saludable? —pre-
—Voy al baño, ahorita regreso — guntó consternada Sofía.
dijo Sofía. —Me gustas, desde hace tiempo
Era la oportunidad de Ignacio, me siento atraído por ti, no sabía
sabía que no debía posponer su cómo decírtelo o cómo reacciona-
confesión ni un minuto más, debía rías, pero me gustas y no sé cómo
actuar en cuanto Ricciardi re- seguir siendo tu amigo sin antes
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simplemente son uno “ay solo es