güerita, ojos azules, y nacida en Argentina, esta mujer se ha convertido Su nombre era María Fernanda Pérez Sanchez, y como diría Nacho en
poco a poco en una de las personas más importantes en la vida de Nachito aquellos días: “La prosa no alcanzaba para describirla”, recurría en-
Pérez. tonces al poema de Othón:
Al principio Sofía era simplemente una de las tantas amigas y amigos con
“En la estepa maldita, bajo el peso
ganado el cariño de este, por un acto de solidaridad en el pasado. de sibilante grisa que asesina,
Resulta que Ignacio P. Martínez no siempre había sido el Grinch que es hoy irgues tu talla escultural y fina
en día. En la universidad era otra persona en varios aspectos: romántico y como un relieve en el confín impreso”
amante de la cursilería marca Bécquer, obsesivo con el ejercicio y su figu- “Vibran en el crepúsculo tus ojos,
ra, además de tener un gran gusto por la comedia, expresada en cualquier un dardo negro de pasión y enojos
género. Hoy en día conserva algunos de estos aspectos con ciertas mo- que en mi carne y mi espíritu se clava”
dificaciones. Por ejemplo, todavía ama hacerse el chistosito y los stand-up
shows, pero ahora con un gusto por un humor más negro, y en lugar de ser Esto, querido lector, no es una exageración. ¿Acaso no hemos sentido
romántico ahora es un pesimista. todos este amor desbocado e irracional en algún punto de nuestras
¿Pues qué te pasó Nachito? La respuesta yacía en uno de los elixires más vidas? Esta era la situación de Ignacio cuando encontró todo lo que
amargos de la vida, y no me refiero al tequila. Tenía que ver con los últi- necesitaba en Fernanda. Y encontró también destellos de felicidad, y
mos años de la prepa y la mitad de su vida universitaria. Nacho tenía 19 encontró el amor y encontró así, su perdición.
años, y todo era color rosa, y todo era poesía, y todo era tan melancólica- Duró dos años el carnaval de las emociones para Ignacio y Fernanda,
mente bello como “Clair de L une” de Debussy. dos años que ahora le parecían a Nacho como décadas de su vida, que
no dejaron atrás más que recuerdos agridulces que invadían sus cons-
tantes pesadillas.
Lo peor de todo es que había sido su culpa. Probablemente no del todo,
pero definitivamente es imposible argumentar que la relación no ter-
minó por las acciones impulsiva de Ignacio. Fue culpa de los celos, de
la inseguridad. Sucede a menudo que cuando buscamos conservar algo
con tantas ganas, y anhelamos con todas nuestras fuerzas que aquello
sea para siempre, el afecto se convierte en obsesión.
Llevaban ya un año de relación los tórtolos cuando empezó el declive.
Fernanda tenía uno de esos “amiguitos”. De aquellos que para el lado
de los novios son unos malditos bastardos, pero que para las novias
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quienes Nacho se juntaba desde la prepa. Sin embargo, Ricciardi se había