El hombre que tocaba el piano
María Bolio Benítez
se escucha. Es un punto aislado del estrés y los semáforos. Unos largos
dedos bailan sobre las teclas blancas y negras de un piano recién afinado.
Una nota sigue a la otra como brincando. Como juegan los niños en un
parque. Fluye. El corazón del pianista y la música se unen.
El cielo arriba del jardín es un azul realmente profundo. En el jardín una
“Una nota sigue a la otra como brincando. Como juegan los
niños en el parque. Fluye. El corazón del pianista y la música
se unen.”
jacaranda se estremece porque la melodía es más dulce que cualquier otra.
Qué día tan propio de abril. Todo parece estar en sintonía.
Él tiene los ojos cerrados.
Es el himno de un alma. La brisa respira y con ella baila el castaño claro
do el sonido armonioso, el cual nos remonta a varios años atrás.
Las notas son graves, claro que denotan suspenso, hablan. Es mayo, se
acerca junio. ¿Y de qué se trata el mes de junio? Es el mes de las gradua-
ciones, la época de los cierres, de los espíritus esperanzados y las promesas.
Un corazón enamorado que promete no olvidar. Los lazos, cuerdas flojas,
que tiemblan y aunque se proponen y se juran no romper y rendirse, están
llenos de dudas. Junio es mes en el que todo brilla. Pero “no todo lo que
brilla es oro”.
¿Alguna vez has estado en un trampolín de diez metros, con adrenalina
invadiendo tu estómago, sabiendo que cuando dejes de pensar en el riesgo
será cuando te atrevas a saltar al vacío? ¿O has estado a punto de entrar a
El sol arde seco sobre las cabezas de los capitalinos que corren de un lado presentar un examen final, con el estómago hecho guacamole, queriendo
a otro de la ciudad, como en cualquier otro viernes de quincena. Tráfi- simplemente hacerlo y ya, y que todo acabe? ¿Y has sentido el alivio una
co, cláxons, hombres de traje y el metrobús como lata de sardinas suda- vez que cumples con tu reto? ¿Has sentido el desahogo que viene cuando
das. Las calles están alfombradas de lila como siempre en Pascua y los las mariposas se van?
árboles vuelven a uniformarse de verde. En los puestos de tacos callejeros El pianista sí. Y así fue como se sintió aquella tarde de mayo en la cual
la gente se amontona, como se amontonan en el pavimento los baches y unas gotas de alcohol en las venas durmieron sus mecanismos de defensa.
los puntos negros que alguna vez fueron chicles. Los edificios altos son En la cual su corazón latía amenazando: “hable ahora o calle para siem-
testigos de la nata de smog que no permite ver los volcanes el día de hoy. pre”. Y entonces eso hizo, le dijo todo.
Pero en un punto exacto, en las afueras de la gran ciudad, todo aquello no El piano cuenta cómo hubo reciprocidad, pero también responsabilidad.
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y lacio, alborotado, libre. Al girar, el viento hace un torbellino, traducien-