—¿Se lo lavo joven?
metros para volverse a topar con un tráfico estancado. Uno que avanza a
vuelta de rueda y sin posibilidad de rebasarse. Histérico, toca el claxon y
—¡No no no! ¡Llevo mucha prisa!
Rodri da vuelta rápidamente en una calle para evitar el atascamiento, el
engranano le grita:
—¡Llévela leve hombre! ¡Con paciencia!
todos los demás engrananos lo voltean a ver con cara de interrogación.
—Oye hermano, ¿qué pasa?, tranquilo, recuerda que esto es con paciencia.
—¡No me importa! Yo llevo prisa, no sé usted.
Le contesta al engranano que bajó el parabrisas para calmarlo, mientras
una vez más se desvía en la primera calle que tiene próxima.
Después de 20 desesperantes minutos y de avanzar un buen tramo por
una de las avenidas principales, Rodri está cabeceando contra su parabri-
sas. Sin tener conciencia, es despertado por unos golpes en la ventana de
su vehículo. Un engranano anciano que lleva consigo una cajita pequeña
con diversos productos lo ha despertado de su repentino sueño.
—¿Y ahora qué quiere este?
—¡Buenos días joven! Espero no lo esté molestando pero lo veo muy suda-
do. Aquí tengo agua para que se refresque.
—No señor. Para la otra mejor.
—Oiga pero si también lo veo medio distraído, tenga unos chicles para
que esté más alerta.
—No de verdad señor.
—Bueno, pues mínimo déjeme le doy una tacita de café para que despierte
porque, ¡¿cómo puede estar trabajando así?!
Rodri, desesperado, trata de encontrar un canal de radio en donde le in- —Si lo que quiero es llegar a trabajar primero señor, ¿¡que no ve el tráfico?!
diquen por qué la ciudad está fluyendo de manera tan lenta. Se escucha —Oiga, pero pues ¿qué le picó a usted?, ¿ya no se acuerda que lleva tra-
en el estéreo: bajando desde que salió de su casa y arrancó su vehículo? ¡Somos en-
—En otras noticias: ¡la ciudad fluye de manera perfecta! Tengan todos grananos, los que movemos al Gran Ben! Recuerde, todo fluido y con pa-
ustedes engrananos un excelente día, y recuerden ¡mucha paciencia! ciencia, aquí entre más sincronizados todos mejor.
Justo después de oír eso, Rodri apaga la radio. Rodri se miró al espejo y vio cómo su cara de engrane se ponía roja de la
—¿¡Cuál gran día!? ¿¡De manera perfecta!? ¡Todos estamos atascados ! No vergüenza.
puedes estar más equivocado, ¡qué barbaridad! —Ja…perdone, ¿y entonces a cuanto dijo que me daba los chicles?
En cada calle que Rodri da vuelta, no le basta más que avanzar unos
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Un engranano se acerca a su vehículo.