Zaguán Literario Zaguán Literario 01 | Page 16

Cuando era hora de pelea, el baño era mi escondite. Solo escuchaba gritos de dolor a volver a ver a la abuela, a mamá y a y de odio. Mi intriga acerca del “gran día”, por alguna razón, me hacía pensar en la papá; a volver a mi casa azul. Los hom- promesa de la que me habló papá ese día. La cual tampoco dejaba de ser extraña. bres de negro cada vez me ponían más Recuerdo que la abuela me habló de un hombre que vivió hace muchos años no nervioso. Papá me dijo que estaríamos lejos de aquí, y que hacía muchas cosas buenas. Pero me dijo que aún andaba por pronto juntos, con mamá y la abue- aquí y que si me preguntaban si lo conocía, dijera que sí, y que nunca, por nada la, en un gran abrazo en donde todo del mundo, negara conocerlo. Yo solo me preguntaba cómo se podía vivir tanto sería hermoso. El lugar donde todo mento con juegos que yo no conocía. tiempo. Yo quería encontrármelo. es hermoso solo puede ser nuestra Correr mucho, levantar costales con Los hombres de negro parecían estar más agitados que de costumbre. Sus ojillos casita azul. Después de decirme esto, piedras que pesaban más que los sa- negros, que era lo único visible de ellos, parecían brillar con preocupación; sobre papá, entre lágrimas, me dijo que no cos de arroz que cultivaba papá. Lan- todo cuando era noche de estrellas anaranjadas. Les oía decir “ya vienen, se los me olvidara de la promesa, pasara lo zar piedras, duro y lejos. Pero el juego van a llevar”. El “gran día” comenzaría con el alba. Miraba por la ranura grande. que pasara. Me pregunto por qué papá más raro era el del silencio. No podía Ya no había estrellas ruidosas, pero sí una gran luna llena. Todos dormían, yo no lloraba tanto, tal vez iba a extrañarme hablar con ninguno de los otros niños. podía dejar de pensar en “el gran día” y en la promesa. De pronto, a lo lejos, en mucho. Entonces, los hombres de ne- Los hombres de negro, que al parecer una llanura lejana, pude ver la silueta de lo que parecía ser una caravana, y distin- gro lo acompañaron hacia adentro de solo saben gritar, no dejan de hablar del guí una figura, dos. Un hombre le daba de comer a un niño no mayor que yo. Los la casa, y a mí me subieron al auto para “gran día”. Nos teníamos que preparar hombres de negro no sabían nada del cariño, ni de las palabras dulces como las de llevarme al campamento. Un campa- para el “gran día” (me pregunto de qué papá y mamá. La figura me hizo pensar en el hombre del que me habló la abuela. fiesta se trataba). Conforme pasaban El hombre bueno que vivía siempre. No lo dudé, me había vuelto muy veloz. Tenía los días, los juegos iban volviéndose que llegar a la caravana donde había hombres buenos y no había peleas. Mientras más difíciles, pero cuando oí que los las piedras me raspaban los pies, me di cuenta de que el lugar hermoso que dijo hombres de negro le dijeron a unos papá, donde nos reuniríamos en un gran abrazo, no era nuestra casita azul. niños que tenían que pelear para ver qué tan fuertes eran, comencé a tem- ANA MUÑOZ MORALES blar. Me acordé de la abuela, de lo que Nació el 14 de diciembre de 1995, estudia Comunicación en la Universidad Paname- estaba bien y de lo que estaba mal. Pe- ricana. Entre sus hobbies se encuentra la pintura, la lectura, la natación y pasar tiempo lear estaba mal. No me gustaban las con sus amigos. Sus intereses son la filosofía y las relaciones internacionales. Tierra de peleas, nunca en mi vida iba a pelear. hombres y El Principito han influido para escribir este cuento, que además está inspi- El “gran día” se acercaba, y cada vez rado en la toma de control de Qeragosh, la ciudad cristiana más grande de Irak, por nos iban prestando más sables y palos. parte del Estado Islámico en agosto de 2014. 15 16 Cada día me preguntaba cuándo iba