Zaguán Literario Zaguán Literario 01 | Seite 12

alguna crisis existencial por la que pu- Ni siquiera me dolía. Yo no conocía a ese señor. Nunca estaba. Pero al parecer miré la actuación artística que puede diese estar pasando en esos segundos. mamá sí, y le era muy importante. Las lágrimas de mamá fueron lo detestable, lo ofrecer una estrella Televisa. Sentía “¡Ay Itzel¡ ¡Siempre tan chistosa!” dijo doloroso. una fijación por sus gestos exagerados mi abuela, y todos carcajearon. y el deprimente guion, me pregunta- IV ba cómo los demás podían comprarse III una historia tan cínicamente montada, sintética. Una fórmula. Enfoqué mi atención a María Rigoberta, maltrata- da por el feo y pobre novio que no la Esa navidad sería la última en casa de Coquita. Me despediría del librero y los merece. Me divertía su timbre y me Lancé al suelo mi suéter de uniforme, acetatos. El padre de Jessy, ‘el gordo’, llegó con otra mujer y dos nuevos niños. El levanté, me paré frente a la tele e imi- era enorme y picaba. Mamá no res- hombre que hace un par de años vino con mi tía Le, era ahora su esposo. Jessy y yo té sus gestos y ademanes. Estaba lista pondió mi saludo. Grité una, dos, tres crecimos mucho. A mis 14 años había logrado adelgazar y para sorpresa mía pare- para hablar como ella con el primero veces. Sólo escuché algo parecido a un cía más femenina. Tal vez por eso Joseph no dejaba de mirarnos. Cargaba a Jessy que se me cruzara, cuando mi tía salió aullido de dolor. Subí y mamá estaba y la abrazaba demasiado. Intentó acercarse así conmigo, pero me sentía incómoda. silenciosamente de la cocina, miré al en mi cuarto. Decidí irme sola a leer las revistas de mi abuela, como siempre. vacío, puse una mano sobre mi frente, “Tu papá se fue”. Probablemente ya no vería tanto a mi prima, sus padres también estaban separa- incliné mi espalda hacia atrás, y grité: Corrí al cuarto de mis padres y abrí el dos. Con todo y eso no me sentía sola. Pronto entraría a otra escuela, y al privarme “¡NO NECESITAS DE NINGÚN clóset. Las corbatas de padre no esta- de tanta tentación —la comida de mi abuelita—, no sería tan difícil bajar de peso. HOMBRE PARA SER FELIZ! Eres ban. Busqué en cada cajón. Nada de Llevaba varias semanas comiendo sólo una manzana al día, y no quería que mi independiente, haz tu vida”. él quedaba. —¿Cuándo?, ¿Por qué?, esfuerzo no significase nada. Puse en el tocadiscos a Donna Summer, esperando No recibí el aplauso que esperaba, en ¿Dónde rayos estuve estos años, que silenciar las voces de mi familia, criticando a cualquier mujer que no viviese para cambio miraban a Le, y ella me miraba todo esto es tan ajeno a mí?— Diablos. servirle a su esposo e hijos. La puerta se entreabrió. Era Jessy. Por primera vez la vi a mí. No sé si su mirada era de sorpre- La puerta, dejé la puerta abierta. Corrí vulnerable, lastimada. sa, desnudez incómoda, o si reflejaba a cerrarla y regresé con mamá. Quité mi bolsa de la silla, para que se sentara. Vio mi revista, con Obama en la portada. “¿Qué te pasa?” pregunté. Se acercó y me dijo todo lo que los adultos callaban. Su madre dejó a mi tío, su alcoholismo era intolerable. Rita, sin embargo, había encontrado el amor en uno de sus compañeros de trabajo; o al menos eso es lo que ella había escuchado en las pláticas entre Rita y sus amigas. Tristemente, la nueva mujer de mi tío compartía el nombre con mi prima. Era muy bella, y tan femenina como Rita. Pero había algo en ella que no me agradaba. 11 12 Cuando acabaron los comerciales,