CUALQUIER OTRA CIUDAD.
Mí muy amada Juno:
Han pasado ya catorce días desde la última vez que te escribí y no tengo noticas tuyas; no has venido
a visitarme, ni he recibido una simple respuesta de las demás cartas que te he mandado.
Últimamente me he sumergido en la melancolía de los recuerdos de días pasados y aunque es una
pena el no tenerte aquí a mi lado, agradezco por todas aquellas experiencias que vivimos juntos.
Tengo presente aquellos momentos en los que éramos inseparables, esos días de verano donde el
sol brillaba intensamente, el viento cálido recorría tu caballera mientras recorríamos la ciudad entera
sobre ruedas, tú en esa bicicleta color menta con una canastilla café y yo más bien en una patineta ya
desgastada por el uso diario.
Aun logro escuchar tu risa al darte cuenta de cómo la gente entre susurros nos criticaban o se burlaban de nosotros desde nuestra singular manera de vestir hasta por siempre tratar de vivir en libertad,
sin preocupaciones, disfrutando del presente; incluso recuerdo aquella tarde de junio, en la que salíamos de tu tienda favorita de discos de vinil ubicada en el centro de la ciudad, la mirada prejuiciosa de
las demás personas donde se lograba percibir ese sentimiento de que para ellos éramos tan solo un
par de jóvenes delincuentes vagando sin rumbo y viviendo sin dirección o propósito alguno.
En realidad tú y yo sabíamos a la perfección que en el mundo hay dos clases de peces, los peces
muertos que se dejan llevar por la corriente del río, y los peces vivos que nadan contra corriente.
— Juno juntos llegamos a ser peces vivos, viviendo contra corriente, soñando siempre
soñando. Deseando con tener un fresco comenzar en una ciudad nueva porque sin
duda teníamos la convicción de que nacimos para la grandeza, para conquistar todas
nuestras metas, sin fronteras, sin miedos.
Todo lo veíamos con el corazón, con una mirada de amor, pero algo pasó aquella noche en la “Galería
de Arte de Revonael”. Tus ojos se fijaron en aquella pintura abstracta de aquel artista inglés. Aun no
logro comprender que fue lo que pasó, lo que sentiste, pero dejaste de ser aquella chica soñadora y
más bien te obsesionaste tanto con ese pintor engreído que en tu vida ya no había espacio para nada
ni nadie más que él. Te alejaste, te la pasabas mendigando sobras de “su amor”. Te perdiste pero no
tenías intención de encontrarte de nuevo.
— Juno te extraño, logro sentir tu presencia en todo momento. En ésta o cualquier otra
ciudad en la que me pueda encontrar, tu presencia me intoxica. Incluso encerrado
entre las cuatro paredes de este hospital, el fantasma de tu recuerdo me persigue.
El tiempo pasó y tú ya no estabas más junto a mí, mientras las hojas de otoño caían y el invierno
llegaba, mi ser sólo sentía frío; un frío que secaba hasta los huesos. Intenté huir, escapar incluso de
mí mismo, refugiarme en la indiferencia y soledad de muchos brazos y botellas de whisky. Tan sólo
quería volver a sentirme vivo, pero la tristeza y tu ausencia fueron más fuertes. Poco a poco comencé a
perderme en un cuarto oscuro del cual hasta la fecha no logro salir. De repente veo destellar un poco
de luz cuando amanece, pero el sol siempre se vuelve a ocultar.
Tengo la seguridad de que la oscuridad siempre abre paso a la luz. Creo que ya es hora de que tú y
yo salgamos a la luz, a la vida. Es momento de seguir luchando, de seguir renovando nuestra mente,
nuestro ser porque no hemos recibido un espíritu que de nuevo nos esclavice al miedo, sino un espíritu de valentía.
Ya no es tiempo de que este frío siga secando nuestros huesos, es tiempo de que en ésta o cualquier
otra ciudad, el viento traiga vida a los huesos muertos, para que revivan.
— Juno realmente deseo volver a verte, que el envío de esta carta te haga bien, pero
sobre todo que te encuentres en paz.
Con Amor Philip
YOUTH
MAGAZINE
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