Anderson otorga, como ya es costumbre, una película con un diseño de producción que raya en lo exagerado; pero que se ha convertido en uno de sus sellos más
identificables. Cada decorado, cada vestuario y cada pieza de utilería es un pedazo
de genialidad y excentricidad que embellece el relato. Así como los cuidados encuadres, la exquisita fotografía y la música del brillante Alexandre Desplat.
Y qué decir del reparto. Ralph Fiennes cargando con el protagónico como un solícito hombre de gustos refinados, dispuesto a salvaguardar el honor y prestigio
del hotel. Acompañándolo, el casi-debutante Tony Revolori como el incondicional
botones. A lo largo de su aventura, se encontrarán con villanos, aliados y cameos
de actores ya conocidos en el cine de Anderson, que no saturan la pantalla de estrellas, si no que sirven al metraje como uno más de los peculiares personajes del
autor: Bill Murray, Edward Norton, Saoirse Ronan, Jason Schwartzman, Mathieu
Amalric, Adrien Brody, William Dafoe, Owen Wilson, Harvey Keitel, Jeff Goldblum
y muchos más.
El gran hotel Budapest es una cinta que convierte la idiosincrasia y seriedad de
una época en particular en un viaje lleno de emoción, risas y ternura. Es sutil en
el humor que maneja, llegando casi a ser infantil; es irónico cuando se trata de
hablar de drama o tragedias y cuidadoso cuando toca el contexto entre guerras
por el que, inevitablemente, sus personajes pasan.
En suma, Wes Anderson entrega un trabajo legendario adaptándolo enteramente
a su estilo, y lo que podría haber sido algún tedioso pasaje histórico se convierte
(podría decir que “mágicamente”) en un relato hermoso en su estética y divertido
en su presentación.
Wes Anderson, The Grand Hotel Budapest, Fox Searchlight, 2014.
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