MIEMBROS DEL SEMINARIO DE
CULTURA MEXICANA
CIENCIA
BIOÉTICA
SABER MATERIAL Y
SABER ÉTICO
ARNOLDO KRAUS
Arnoldo Kraus es un médico interesado en la bioética y en la ética médica. Preocupado por los excesos y el uso inadecuado de la tecnología, así como por el ascenso de los
fundamentalismos. Dedica parte de su tiempo a cavilar sobre la necesidad de fomentar la ética laica. Recientemente publicó Quizás en otro lugar (Sexto Piso. 2016) y, en
colaboración con Vicente Rojo, Apología de las cosas (Conaculta y Sexto Piso, 2016). Es miembro del Colegio de Bioética y del Seminario de Cultura Mexicana.
Las bonanzas de la tecnología son ilimitadas. Las preguntas
derivadas de sus ofertas son también incontables. El
conocimiento científico —“saber material”— debería caminar
en forma paralela con el conocimiento ético —“saber
ético”—. Entre más se sabe más se crea. Entre más se crea
más preguntas surgen. Si bien solemos deslumbrarnos por
el “saber material” —teléfonos celulares, resonancias
magnéticas— poco se cavila en el “saber ético”: ¿es lícito
utilizar el conocimiento en guerras bacteriológicas?, ¿cómo
evitar que mueran personas por tuberculosis o síndrome de
inmunodeficiencia adquirida cuando hay medicamentos
suficientes y adecuados para tratarlos?
El “saber material” es glamoroso: genera dinero y fama; el
“saber ético” es incomodo: siembra preguntas. Cavilar en los
desastres generados por los usos inadecuados de la
tecnología en general —contaminación ambiental, pérdida
de praderas marinas— y de la biotecnología en particular es
indispensable. En medicina, el “saber material” debe
siempre dialogar con el “saber ética”. Limito este escrito a
bretes médicos.
Los estudios genéticos cada vez son más exactos. En el
futuro, serán, creo, de gran utilidad: permitirán intervenir el
genoma, modificar anomalías en el embrión o sugerir la
creación de embriones “a la carta” para tratar hermanos con
problemas hematológicos “graves”. Leer “con cuidado” los
estudios genéticos es mandatorio. Entre otras técnicas, el
análisis de la saliva permite estudiar el perfil genético para
conocer las probabilidades de desarrollar enfermedades,
como Alzheimer, algunos tipos de cáncer o patologías
cardiacas. Su utilidad, de acuerdo a las empresas privadas,
“suena” adecuada: al conocerse los riesgos de contraer
determinadas enfermedades las personas tendrían la
posibilidad de solicitar ayuda médica o modificar algunas
de sus conductas. Sin embargo, es poco lo que pueden
hacer las personas predispuestas a desarrollar cáncer
mamario (salvo cirugía preventiva) o enfermedad de
Alzheimer. Los médicos tampoco cuentan con
medicamentos para modificar el curso de enfermedades
como las señaladas.
Por ahora, las prueba sólo pueden sugerir, pero no
afirmar, la probabilidad de desarrollar enfermedades
secundarias a alteraciones genéticas.
Si bien es cierto que en medicina prevenir es mejor que
curar, Los exámenes conllevan no pocas preguntas, amén
de la imposibilidad de modificar el curso de la inmensa
mayoría de las enfermedades genéticas. Seis razones para
cavilar acerca de la bondad y de los problemas de las
pruebas genéticas. Primera. La confidencialidad médica
pierde terreno. Es probable que se viole son frecuencia:
¿mucho?, ¿poco?, ignoro “cuánto”; no ignoro que se mancilla,
Segunda. A las compañías aseguradoras que ofrecen
protección médica o seguros de vida les conviene tener el
mayor número de datos del contratante con la finalidad de
aumentar las primas o simplemente no suministrar el
servicio; entre más enfermo el solicitante, mayor el negocio.
Tercera. Pregunto: ¿qué sucederá cuando patrones o
empresas exijan los datos genéticos de sus empleados o de
quienes solicitan trabajo? La respuesta es obvia:
seguramente no emplearán a aquellos que tengan el riesgo
de padecer en el futuro mediato enfermedades como
Alzheimer, cáncer de mama u otras patologías. Cuarta.
Muchos de los datos ofrecidos por el estudio genético
pueden ser, en la actualidad, inútiles, ya que para algunas
de las enfermedades detectadas —esclerosis múltiple,
Alzheimer— no hay ni prevención ni cura. Quinta. Enterarse
de la susceptibilidad para desarrollar enfermedades
genéticas puede devenir daño psicológico. Sexta. Dada la
creciente mercantilización de la medicina y el poco apego a
la ética de algunos —¿muchos?— galenos, ¿qué ocurrirá con
los pacientes hipocondríacos, a quienes se les informe, por
ejemplo, que tienen la posibilidad de desarrollar cáncer de
colon?, ¿se aceptará la sugerencia del médico de someterse
cada año a una colonoscopía?, ¿y si se tiene la mala suerte
de que durante el estudio se dañe al enfermo?
La riqueza del “saber material” es enorme y la necesidad
del “saber ético” es cada vez mayor. Acoplar ambos
conocimientos es imprescindible. No debería haber
conflicto entre ellos. La solución es simple: ambos deberían
caminar juntos para impedir que el “saber material” se
convierta en una empresa lucrativa, sin sopesar en los daños
emanados del conocimiento mal enfocado.