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Luis Jorge Boone es poeta y narrador. Licenciado en Administración por la Universidad Autónoma de Coahuila. Ha colaborado en revistas y suplementos literarios como Cuaderno Salmón, Hoja por Hoja, Laberinto, Letras Libres, Luvina, Replicante y Tierra Adentro. Becario del fonca, 2004-2005, en su programa de apoyo a Jóvenes Creadores. Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas, 2005-2006. Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos 2004, en poesía. Premio Nacional de Cuento Inés Arredondo 2005 por La noche caníbal. Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura 2006. Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2007 por Traducción a lengua extraña. Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes VIdal 2007. Premio Nacional de Ensayo Carlos Echánove Trujillo de la Bienal Nacional de Literatura 2008-2009, Yucatán, por Lados B. Ensayos laterales. Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2009 por Los animales invisibles. Premio Nacional de Poesía Carmen Alardín 2015, otorgado por Conarte y el itca, por Bisonte Mantra.

LUIS JORGE BOONE: TODA LA SOLEDAD DEL CENTRO DE LA TIERRA

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El desierto vive en en cada vena de este relato, una novela corta del poeta, cuentista y novelista monclovense Luis Jorge Boone. Reseña de la vida en la frontera, podría ser la coahuilense. Narrativa, pero la poesía invade, cruza las páginas como estepicursor rodando libre por el desierto. Un desierto que es escenario donde el Chaparro gana las escondidas. En una de esas aventuras infantiles, no pudieron encontrarlo durante todo un día, entonces la abuela no encontró otra solución que prohibir el juego. 7 mujeres viven en su casa, sus maridos, todos viven en los Estados Unidos. Sirviendo hamburguesas, todos mojados, como los ojos de sus esposas por la noche. El dinero fluye al desierto, como fuente de agua viva, dinero del miserable trabajo y de las miserables vidas que deben llevar en el gabacho. La abuela se enorgullece de no haber parido ningún hombre. Porque la despojaron, la arrancaron de su casa, de sus tierras, la entregaron al desconocido, cuando inocente.

Eso no se perdona.

Porque los hombres son la plaga del mundo.

Es la Güela Librada, la que cuida de todos, la que nunca llora, la que parió puras hijas, la que manda en la casa. La que lidia con el chiquillerio, sus nietos.

La anécdota es contada por un narrador norteño. Que desde su lenguaje narra la supervivencia de los seres en el desierto. ¿Memorias? tal vez, propias, seguro ajenas. De los días de la niñez. En la época de los desaparecidos. Los que se van yendo involuntariamente, esa voz es narrada por la poesía, a contrapágina, en las sombras, como un juglar que aparece de pronto para cantar la crónica. Del desierto que se traga a sus hijos.

Como cuando "el Chaparro" lo recorre en busca de sus padres. Pareciera que en el desierto viven los abandonados y un pozo sin fondo, que aparece al lado de la carretera, a veces a la derecha, a veces a la izquierda. Mientras que el abuelo murió cuando su sangre se volvió vinagre por haber tenido puras hijas, se amargó al perder sus tierras, por no tener un hijo que le ayudara.

En todo pueblo, chico o grande existe una casa enigmática, casa, es decir mucho, un cascarón que nunca fue casa o que alguna vez fue y el tiempo desmanteló de apoco. Ahí vivía un pozo, uno de esos profundos que el abuelo describía como: "La boca era del tamaño de la noche".

Es en esa casa que fue ocupada por los hombres armados con metralletas y lentes oscuros. Bandidos de pueblos ajenos, tal vez. Invadiendo el desierto, y el pozo que se traga gente y carros, y carros con gente. Pero que para los niños es un mito. Ese pozo ni ha de existir. Es un cuento para asustar a los niños, además pocos lo han visto.

pero Nulfo no, él aseguraba haber visto el pozo, aseguraba que se tragaba los enemigos de la gente rica.

Luis Jorge cosecha los ecos de lo que sucede en muchos pueblos del norte, de ese norte donde las metralletas hablan, los maridos están ausentes, pero la magia de la sangre se esparce por el desierto. La mirada cariñosa con los personajes, que intentan hacer su vida diurna, mientras que por la noche un infierno dantesco se desata. La sangre que es dejada como evidencia de la maldad y el horror. Pero que es lavada con la esperanza de limpiar las culpas, las propias y las ajenas. Exorcizar de las banquetas los malos espíritus que llegaron, en camionetas negras.

Sí, es una hermosa prosa que entra por los ojos y se queda en la conciencia. Las imágenes son poderosas, la historia es igual de poderosa. El lenguaje coloquial se mezcla con la poesía para crear un paisaje vasto, y a la vez íntimo.

Mientras leo, no dejo de pensar que, al final, todos somos un desierto en sí mismo, con bellos amaneceres y atardeceres; pero los peligros acechan desde lo profundo de la tierra, como el viaje emprendido por el Chaparro en busca de sus padres...

Reseña

Raúl Blackaller