W&Wmagazine number 2 | Page 64

Un paseo por el

San Juan colonial

Poco importaron los ataques corsarios, los intentos británicos en poner una “pica” en Puerto Rico, una compleja red de murallas, foros, fortificaciones mantuvieron segura San Juan, hasta que los yankees, y aprovechando la debilidad del eclipsado imperio español, entraron “a saco” a finales del siglo XIX. Hay que entrar en la ciudad en crucero.

Es una de las entradas más hermosas del mundo, y atracar en el Pier 1 a 4, justo en la ciudad vieja un privilegio. Hoy, aunque es un estado libre asociado del imperio, mantiene vigente su pasado español; mal que le pese a Washington. Desde la estatua de Colón más grande de America Latina, y en donde no existe la “tontuna” de “español roba-oros”, hasta el nombre de Ponce, como segunda ciudad del país, y uno de los primeros colonizadores del territorio.

San Juan es una especie de callejeo constante, y deglutir las coloridas fachadas de casonas, palacios e iglesias, en exceso lavadas y preciocistas. Tanto que parece un parque temático ordenado y pulcro. Colores de todo tipo, bungavillas, balcones de madera denota el primor de la construcción de San Juan.

Aunque el entorno amurallado es caminable, suele hacer un calor pegajoso, y el transporte público en la ciudad vieja, se realiza en históricos trenecitos, y pequeños buses “vintage” que hacen rutas circulares, con varias paradas (entre ellas el puerto de cruceros, justo enfrente del Pier 4). Lo mejor: Es gratis.

El epicentro está en la Plaza de Armas, y aun nos recuerda a un esplendoroso pueblo de provincias español. Su ayuntamiento, similar al ayuntamiento de Madrid, está rodeado de edificios administrativos como la Intendencia, o la Diputación. Es una plaza amable, en donde los lugareños descansan, ven pasar la vida mientras que los niños juegan con las palomas.

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