No podemos esperar lujosas boutiques, sino acordes a la estética de la ciudad; peculiares y sin ostentaciones. A lo largo de las arterias principales de Laugavegur y Skölavördustugur, y callejuelas aledañas, se mezclan multicolores casitas, y pequeñas tiendas. La ciudad nos parece familiar desde el primer momento.
En un principio, no nos da la impresión de una sofisticada zona comercial, de una gran capital, pero tras su insulso aspecto, encontramos elegantes marcas locales, exquisitas pastelerías, interesantes artesanos locales, y prestigiosos diseñadores islandeses. Lo pequeño es hermoso.
Barrio comercial
Si hay un enorme litoral, el centro histórico se desarrolla a un lado de un cálido y agradable lago interior llamado Tjörin. A él, asoman fachadas de casas, de las clases pudientes. Iglesias, edificios públicos, y jardines.
Es el paseo ideal de los habitantes de Reykjavik, que pasan el tiempo alimentando a los famosos patos y cisnes del lago. Su feo y semi acuático ayuntamiento, esconde detrás, el corazón anímico de la ciudad.
Centro histórico
La Plaza Austurvöllur, es hermosa, humilde y sencilla, pero en sus lados encontramos un minúsculo parlamento, la pequeña catedral y el Hotel Borg, un hotel bien de toda la vida, y lugar de reunión de las elites del país.
Entre otros edificios de piedra antiguos, que van por la calle trasera Austurstraeti está el bermellón edificio de correos.
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