HACIA BELÉN FUE UNA BÁSCULA….. RIN…
RIN…. (PARECE QUE SUENA EL TELÉFONO)
¡Aaaaayyyyy! ¡Ayyyy! Ayy, chiquillo/chiquilla/
cosa que estás leyendo esto. Qué dura se hace la
cuesta de Enero. Pero dura y necesaria. Porque
qué duro es ese momento en el que llega el 7 de
Enero: los Reyes Magos se han ido con el camello (el legal) y te da por mirarte al espejo. Por
un momento te ríes. JA JA JA, ¡Falete ha venido
a casa! Hasta el momento en que tu neurona decide funcionar y descubre que… Falete… ¡Eres
tú! Y, claro, ¿qué te podías esperar?, cuando te
has puesto hasta las trancas toda la navidad de
polvorones, mazapanes, gambas, corderos, turrones, ¡DE TODO! Parece que iba a avecinarse
una guerra nuclear y tenías que reservar fuerzas. Y cuando ya tienes asumido que en sólo 15
días has terminado convirtiéndote en La Masa,
que te has puesto macizo/a, ¿qué te toca hacer?
Pues acordarte de que te prometiste para este
año dejar de fumar, ir al gimnasio y buscarte un
buen novio-maromo.
JA JA.
Bueno, sigamos. Como lo del tabaco te da, como
hay mucha pereza, y lo del novio, pues como
que todo es suerte de encontrarlo en algún sitio
romántico como… ¿Vota mi cuerpo? ¿Badoo?
sí, de esos que usas, que lo sé. Así que al final
de todo terminas decidiéndote por empezar el
gimnasio. A ver si, con suerte, empezando con
uno de los propósitos consigues cumplir el resto (que te lo has creído tú).
¡Qué mundo es el de los gimnasios! ¡Una cosa
indescriptible! Esto os lo cuento porque lo sé,
porque yo soy muy listo, nada más. Yo sé que los
dueños de los gimnasios tienen un perverso y
maligno sistema para hacer que no quieras irte
de allí. Porque el primer momento es el peor.
Cuando llegas con toda la motivación y te encuentras con tu entrenador. Sí, tú te esperabas a
tu Mario Casas (si eres choni) o a tu Ryan Gosling (si eres hipster). ¡Pues no! ¡Olvídate! Cuando te encuentras a ese señor con cara de haber
estado chupando limones durante 4 días (con
sus mañanas, tardes y noches, que lo de chupar
limones es una cosa “mazo” interesante) te da
el parraque malo. Te miras al espejo y dices:
“Oye, pues mira, tampoco queda mal esta lorza, si consigo que recubra un poco, a lo mejor
hasta me quito el frío que hace, hasta me puedo
autoabrigar y todo”. ¡ERROR! Al momento ves
pasar a tres maromos que ya te hubiera gustado a ti que hubiesen venido con los camellos
a ofrecerse a tu casa. Y te dices… pues mira, a
lo mejor hasta merece la pena aguantar a este
hombre tan salado. Como que te cambia el carácter (y ahí es donde estaba el truco: yo creo
que esos maromos no hacen allí nada, que van
a pasearse para que no te vayas tú, que luego
cuando cierran el gimnasio les dejan allí encerrados y punto).
Y con todo ello, al final entras a la sala de ejercicio. Ves a uno con la lengua fuera sufriendo
lo más grande, a otra que del sudor parece la
hermana gemela de Repu la Cerda y te dices: JA
JA (o LOL LOL, según te dé por reírte en ese momento justo).
Yo me pongo con esto, y les doy mil vueltas en
dos minutos. Se me va a quedar una figura que
ríete tú del Mario Casas/Sara Carbonero/Cosa
(vale, sí, he dicho primero Mario Casas, soy
choni-cani, pero que quede entre tú y yo, que
me duele reconocerlo). Pues a los 5 minutos de
hacer ejercicio, ves que de repente has acabado
con el color de Peppa Pig, el olor a sobaco cebollero HH