WALIC MAGAZINE #10 #10 | Page 67

De hecho, esto puede ocurrir y ocurre con una alta frecuencia durante la presentación de un prototipo, una idea o un proyecto. El intento por ocultar el error fue en realidad una invitación para la audiencia a sufrir y angustiarse junto con él. Por el contrario, la verbalización del problema entrega la oportunidad de anularlo, pues cierra el espacio a la angustia. Un ejemplo de esto es la presentación del iPhone 4 en 2010. El aparato falló en varias ocasiones cuando intentaba conectarse a la red wi-fi. ¿Cómo resolvió el presentador? Primero, verbalizó explícitamente el error. Segundo, interpretó el error y lo atribuyó a otras variables, como el software de una empresa externa. Tercero, se refirió al valor de aventurarse a probar nuevas aplicaciones y al riesgo que asumimos al hacerlo. Cuarto, invitó a todos los asistentes a desconectar la opción wi-fi de sus celulares. Esto último funcionó como un recurso que añadió una nota de humor a la presentación.

En definitiva, nadie recuerda la falla del producto, pero no porque se le ocultó, sino que por la verbalización explícita que, a su vez, da al presentador la oportunidad de reflexionar en torno al problema y resolverlo. Esto no es, por cierto, una apología de Apple. Se trata más bien de un ejemplo representativo del impacto positivo que el entrenamiento en determinadas estrategias para controlar las distintas variables de una presentación oral tienen en la transmisión del mensaje. Finalmente, es fundamental tomar conciencia de que el objetivo de una presentación es mover los afectos y el intelecto del espectador para lograr la aceptabilidad de una idea. Un presentador eficiente, entonces, jamás olvida la importancia del espectáculo.

Por Fredy Nuñez