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Diarios

Minero

Después de mi largo sufrir, por las carencias de mi civilización, veía el vivir en un centro minero como una forma de mejorar mi calidad de vida. Recuerdo el dolor que sentí al tener que dejar a mi madre y a mis seres queridos en el pueblo, pero no había más, tenía que trabajar en un Real. Durante tiempo atrás se hablaba de un lugar en el que los indígenas teníamos libertad de movimiento y trabajos remunerados. En un Real hay varias explotaciones mineras próximas unas de las otras, y ese sería mi destino. Al llegar al Real me sorprendí mucho al ver personas lastimadas y heridas en las minas, esto no era lo que esperaba, sin embargo con la moral derrotada decidí que no había más que hacer y comencé a trabajar en las minas. Había otro trabajador que también hablaba mixteco como yo, y que al igual que yo él salió de Puebla a Zacatecas en busca de mejores salarios. Él me dijo que los trabajos en las minas eran peligrosos. Además dijo que los mineros tenían que comprar esclavos para trabajar en las minas o por otra parte pagar salarios altos, esto por ser un trabajo de peligro y por demás complicado. Los que trabajamos en la mina somos en mayoría indígenas y negros, pero en verdad hay muchas castas como mulatos y lobos. Muchas veces se logran oír comentarios racistas de los dueños de minas hacia nosotros los trabajadores, sin embargo prefiero sufrir aquí que a en mi natal Puebla.
Los españoles querían traernos nuevas formas de explotar las minas, ellos buscaban reducir el costo y el tiempo de elaboración. Nosotros, simples trabajadores, teníamos que seguir las órdenes que nos dieran. Hace un año, un ingeniero español de nombre Bartolomé de Medina trajo un método en el que usábamos mercurio y sal, dicho proceso nos ahorraba mucho tiempo.
Nada era lo que esperaba, ahora estaba sin familia y con un trabajo muy peligroso. Los trabajadores solían morir al pasar del tiempo. Las personas que más se enriquecían eran los dueños de las minas, además de la Corona, por supuesto. Cuando llegué al Real, la Corona se quedaba con la quinta parte de lo obtenido de la mina, este era un impuesto que ellos llamaban Quinta Real.
Lo único bueno eran las fiestas religiosas en las que nos permitían recorrer las calles de la ciudad y sus tabernas. Algunos trabajadores y hasta algunos empresarios llevaban una vida llena de excesos. Muchos compañeros indígenas perdían su salario en los mesones. Afortunadamente nunca he ido a un lugar de estos.
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