Virginia Episcopalian Magazine Winter 2013 Issue | Page 34
Llamados a preparar la Mesa del Señor
the Rt. Rev. Shannon S. Johnston
No estoy seguro si realmente tenemos en cuenta que una de
las parte más solemnes de la liturgia de la Eucaristía se cumple
cuando un diácono o, si no hay un diácono, un presbítero
prepara el altar para la celebración de la Santa Comunión. Se
extiende el corporal y la patena (el plato) y el cáliz (la copa) son
puestos sobre la Santa Mesa. Luego se pone el pan y el vino
y todo se prepara la plegaria de consagración. Sí. Todas estas
acciones son solemnes porque su propósito es permitir la
parte más santa de la celebración: la recepción del Cuerpo y la
Sangre de Jesucristo.
Pero creo que frecuentemente se considera la
preparación de la mesa como algo práctico; se trata de
hacer sólo lo necesario. Me parece que esta actitud surge
de tratar al altar como algo no muy serio. Sin embargo, una
parte importante de la responsabilidad para ajustar nuestros
corazones y mentes para este solemne momento le pertenece
a cada uno de los presentes. Esta es una oportunidad
para meditar y reflexionar, pues ¿acaso no existe un mejor
momento para hacerlo? No debemos perder esta oportunidad
simplemente porque se está recogiendo la ofrenda o se está
cantando un himno. En primer lugar, no debemos perder de
vista que la ofrenda que se recoge corresponde literalmente a
la preparación del altar. La rúbrica del Libro de Oración Común
que se encuentra en la página 283 explícitamente indica que
los platos de la ofrenda – y no sólo el pan y el vino – deben
colocarse sobre el altar. Y el himno que se canta debe dirigir
nuestra meditación a esta parte de la celebración. Este es un
momento para prestar mucha atención. No es un momento
para esperar a que comience algo diferente.
¿Por qué estoy haciendo tanto énfasis sobre esta parte
de nuestra liturgia? Porque es muy representativa de toda
nuestra vida. Nosotros – todos nosotros – estamos llamados
a preparar la Mesa del Señor en todo momento. Ustedes
presentan los ofrendas, las oportunidades y los desafíos que
realmente son para Dios en cada momento y los ofrecen a Dios
para que los reciba, los bendiga y los transforme.
La Mesa estará incompleta hasta que pongamos
nuestros dones. Y Dios, por medio de nuestro Señor
Jesucristo, confía en que nosotros proveeremos todo lo
necesario: ¡Qué gran privilegio!
Al escribir estas líneas tengo presente que en nuestras
congregaciones esta es la época en que están recibiendo
las promesas anuales, es decir cuando cada hogar recibe la
invitación a ayudar a preparar la Mesa. Usted no debería ser
desprolijo, apurado o descuidado sobre esta parte de la vida
cristiana. Ruego que cada uno pueda ser capaz de prepar la
Mesa dentro de su propia comunidad que es su iglesia.
Para cuando usted esté leyendo estas líneas, las juntas
parroquiales de cada congregación de la Diócesis de Virginia
estarán ofreciendo sus dones para la misión y el ministerio
de toda la Iglesia. En realidad, la Mesa diocesana está vacía
hasta que nuestra familia de congregaciones la prepare para
ser bendecida y usada por Dios. Quiera Dios que por su gracia
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Virginia Episcopalian / Winterl 2013
nosotros podamos unirnos
en la preparación integral de
una Mesa para que Dios la
bendiga y la use más allá de
nuestra familia diocesana.
Pero no estoy hablando
sólo de dinero. El primer
don, el don más importante
para Dios, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, es la ofrenda
de nosotros mismos.
Nuestro corazón es lo que
Foto: Emily Cherry
Dios más necesita para que
Obispo Johnston en Christ
la Mesa pueda ser preparada
Chruch, Glen Allen.
y usada para el ministerio
divino en y para el mundo,
tanto por medio de una congregación o de la diócesis.
¿Qué significa entregar el corazón? Creo que sabemos
exactamente lo que significa. Pero somos muy adeptos a
encontrar formas de dejar de hacerlo, así que trataré de que
pensemos sobre el tema.
Para comenzar, significa desechar los enojos que nos
envenenan y comenzar a vivir en un espíritu de perdón y
reconciliación. Con