Vida Médica Volumen 77 N°2 2025 2 | Page 5

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EDITORIAL Tiempo de recuperar las confianzas

Hay momentos en que las sociedades se enfrentan a su propio reflejo, y no siempre les gusta lo que ven. A veces es una imagen borrosa; otras, brutalmente nítida. La controversia que envuelve hoy al sistema de licencias médicas nos ha obligado a mirar con detenimiento ese espejo, a preguntarnos no sólo qué ha fallado, sino cómo lo podemos corregir. Porque la licencia médica— ese instrumento que protege a quien enferma, que resguarda el derecho al reposo, que reconoce la vulnerabilidad como parte de la vida— ha sido arrastrada al centro de una tormenta. Y no por azar: su uso refleja, como pocas otras cosas, el estado de nuestras relaciones sociales, laborales, institucionales, una forma de ser, un problema“ cultural”. Su cuestionamiento remueve no solo estructuras administrativas, sino fibras éticas y afectivas. El golpe ha sido duro. Lo sabemos. No nos hemos restado. Hemos estado presentes, exigiendo el debido proceso y condenando el uso fraudulento del instrumento, sin ambigüedades, pero también alzando la voz cuando se ha pretendido estigmatizar a toda una profesión o convertir a la licencia médica en chivo expiatorio de un sistema más amplio y fatigado. Lo que está en juego no es menor: se trata del acto médico, de la confianza pública, del resguardo ético, de la salud como derecho y no como sospecha. Esta crisis nos ha empujado a activar capacidades institucionales, a abrir procesos de formación y de discusión, a revisar normativas, pero también nos ha recordado algo esencial: que sin confianza, no hay sistema que funcione. Que se ha dañado la confianza en los médicos, sí, pero también en los

pacientes, en los funcionarios públicos, en las instituciones. Y que esa pérdida, si no se enfrenta con convicción, puede volverse estructural. Por eso hablamos de reparar. Porque no se trata sólo de corregir cifras, sino de recomponer vínculos. Volver a confiar no significa ingenuidad, sino compromiso mutuo. Significa emitir licencias con rigurosidad, pero sin miedo; fiscalizar con inteligencia, no con castigo indiscriminado; acompañar a los médicos, no aislarlos en la sospecha; escuchar a los pacientes, no reducirlos a posibles abusadores de un sistema; potenciar el trabajo digno desde el Estado, fortaleciéndolo. Volver a poner en valor el instrumento es también devolverle su dignidad. Significa asumir que las causas del ausentismo son múltiples, muchas veces invisibles, y que cuando una sociedad no cuida— ni a quienes enferman, ni a quienes cuidan— termina erosionando sus propios pilares. La licencia médica no puede seguir siendo usada para cubrir el abandono: del cuidado, del trabajo decente, de la salud mental, de los cuerpos agotados. Aún no salimos de la tormenta. Pero tenemos, al menos, una brújula. Una brújula ética, gremial y social que nos obliga a actuar, a debatir, a proponer. A no resignarnos al descrédito ni al silencio. Que nos recuerda que la medicina, por más técnica que sea, sigue siendo un acto profundamente humano. Y que, en tiempos difíciles, no hay mejor respuesta que la de seguir cuidando. Con compromiso. Con lucidez. Con confianza.
Dra. Anamaría Arriagada Presidenta Nacional Colegio Médico